Isaki Lacuesta firma una comedia por debajo de sus posibilidades

La mañana de la penúltima jornada ha comenzado con el regreso del hijo pródigo: Isaki Lacuesta, que ganara hace un par de años el máximo galardón del certamen con su película Los pasos dobles (recibida entre la prensa especializada con manifiesto rechazo), vuelve a la sección oficial del Zinemaldia, en esta ocasión fuera de concurso, para presentar su último trabajo: Murieron por encima de sus posibilidades, una deslavazada comedia gamberra, punk y cutrelux sobre la crisis, con un plantel de actores inimaginable.

La cinta, con ideas audaces y alguna broma bien hilada, pierde fuelle por su descuidada estructura y producción, dos aspectos que con un par de atenciones por parte de sus responsables (y algo más de dinero, también es verdad), hubiera sido un instrumento muchísimo más potente de lo que finalmente es, ya que se queda en una broma con algunos chistes y poco más de provecho. Más aun siendo proyectada inmediatamente después de Relatos salvajes (la producción hispano-argentina de El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar, presentada en Perlas), que aborda una temática muy similar con un gusto, una elegancia y un saber hacer realmente exquisitos.

También de vocación iconoclasta es la última película a competición, Vie sauvage (Vida salvaje), del francés Cédric Kahn: una familia vive, literalmente, echada al monte hasta que un día la madre se harta del estilo hippie y arrampla con sus tres hijos rumbo a la civilización. Mientras que el mayor acepta el cambio, los otros dos prefieren huir con su padre, que les esconde en campamentos y casas okupas durante años mientras huyen de la policía.

Más allá del poco estilo de la cinta y el tono absurdamente idealista del que dota Cédric Kahn a la narración, el discurso ético que la sustenta está trasnochado y superado. Que un padre secuestre a sus hijos y los esconda de su madre no tiene justificación alguna, por más altruistas y naturistas que fueran sus intenciones. Que el director lo defienda es reprobable y ridículo.

Da cierta pena que con el buen nivel competitivo de los primeros días del Festival, estas últimas jornadas estén resultando tan anodinas y. en alguno momentos, hasta odiosas. No se entiende el empeño de aumentar el número de cintas en competición hasta llegar a tres diarias si algunas de ellas sólo pueden dejar un regusto amargo en el crítico tramo final.

Pablo López / Fernando de Luis-Orueta