La categoría de efectos especiales parece ser una de las menos propensas a la sorpresa que podemos encontrar este año en los Goya. Mucho se tiene que torcer este premio para que el asombroso trabajo visual que realizan Arturo Balseiro y Lluís Castells en Eva no sea reconocido con el codiciado cabezón. Los tres seleccionados para intentar interponerse en su camino son los trabajos realizados para La piel que habito, Intruders y No habrá paz para los malvados.
Reyes Abades y Eduardo Díaz por La piel que habito
Reyes Abades y Eduardo Díaz unen sus fuerzas haciéndose cargo de los efectos visuales de La piel que habito. Aunque ambos saben lo que es hacerse con el Goya en esta categoría, Reyes Abades es toda una institución en la misma, habiendo conseguido ya nueve galardones (el último en la pasada edición por Balada triste de trompeta) sobre la friolera de treinta y seis nominaciones, y con más de treinta años de experiencia en el sector. Esta vez, la nominación les llega gracias a su ayuda a la hora de recrear el tan particular estilo visual que Pedro Almodóvar explota en esta película, realizando un sobresaliente trabajo de posproducción en el que destaca el retoque digital realizado sobre la cara de Elena Anaya, que en ocasiones consigue una pérdida absoluta de su textura. Estamos ante un trabajo que, aunque esencial en ciertos aspectos, trata de ser discreto y pasar desapercibido, lo que puede jugar en su contra frente a otras opciones más obvias.
Raúl Romanillos y David Heras por Intruders
Raúl Romanillos llega a esta edición de los Goya con cinco cabezones bajo el brazo y compitiendo consigo mismo, y lo hace junto a David Heras, que consigue con esta su primera nominación. Su trabajo en Intruders es esencial, puesto que estamos ante una cinta de terror sobrenatural que necesita sujetarse sobre unos efectos visuales que le otorguen la credibilidad necesaria. Encontramos una cantidad inmensa de efectos de posproducción a ordenador, sobre todo en la creación de Carahueca, el monstruo que tiene aterrorizado a los protagonistas, y aunque se trata de un trabajo solvente (y más si tenemos en cuenta lo poco propenso que es el cine español para este género) carece de la fuerza y la identidad propia necesaria para convertirse en algo memorable. Si le sumamos a esto que Intruders es una cinta bastante floja que se queda muy lejos de lo que se esperaba de ella, se presenta complicado que se haga con el premio.
Arturo Balseiro y Lluís Castells por Eva
Si algo destaca en la ópera prima de Kike Maíllo son sus espectaculares efectos visuales, dignos de cualquier superproducción que se precie. Arturo Balseiro afronta con esta su segunda nominación a un Goya, mientras que Lluís Castells ya sabe lo que es llevarse el galardón por su trabajo en El orfanato. Esta vez parten como claros favoritos, y no es para menos, su trabajo en Eva es más que impecable y resulta lo más destacable de una película que parte de una premisa con mucho potencial pero que no consigue rematar con acierto. Entre sus muchos méritos, destacar la creación de robots animales y humanos con un realismo delicioso (por ejemplo, el gato que tiene como mascota el protagonista) así como las escenas en las se nos permite observar el mecanismo interno a través del cual se da forma a la personalidad de un robot. Sin duda, es el mejor trabajo del año y hace las delicias de cualquier apasionado del género de ciencia ficción, convirtiendo esta película en un todo un hito en cuanto a efectos especiales se refiere dentro del cine español. Poco o nada puede (ni debe) alejarlos del premio.
Raúl Romanillos y Chema Remacha por No habrá paz para los malvados
Raúl Romanillos repite nominación este año y lo hace ahora con Chema Remacha, con el que ya ganó un Goya en 2009 por su trabajo en Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra. Juntos se hacen cargo de los efectos especiales de No habrá paz para los malvados, que no destacan por su espectacularidad pero sí consiguen otorgar a la película un ambiente creíble y realista, algo básico cuando hablamos de un thriller policiaco cargado de tiroteos y efectos que no pueden dar una sensación irreal. El tono general de los efectos especiales de esta película es el de un trabajo tradicional, de efectos clásicos bien llevados a cabo, a excepción de un par de elementos de mayor envergadura que requieren más trabajo de posproducción y retoque digital. Es un trabajo correcto pero sin las pretensiones técnicas ni artísticas de algunos de sus competidores, por lo que en comparación sale perdiendo y le resta muchas opciones.