La categoría de mejor diseño de vestuario está protagonizada, como suele ser habitual, por recreaciones de época más o menos fantasiosas y más o menos conseguidas. El aliento poético y casi metafísico de Bright Star se medirá con los juegos de género en Coco, el despliegue visual de El imaginario del Doctor Parnassus y la precisión de La reina Victoria y Nine. Dos diseñadoras consagradas –ambas ya han sido premiadas en dos ocasiones– compiten con tres creadoras de creciente prestigio en esta categoría considerada menor, pero responsable de una parte no desdeñable de la magia del cine.
Janet Patterson por Bright Star
Colaboradora habitual de Jane Campion, Janet Patterson recibe con ésta su cuarta nominación a los Oscar. En ocasiones anteriores lo estuvo por El piano y Retrato de una dama, dos trabajos exquisitos también para Campion, y por Óscar y Lucinda. Por ello, se mueve en su terreno habitual, el vestuario decimonónico victoriano, con magníficos resultados. Ella es la responsable, por ejemplo, de que los llamativos vestidos que luce Abbie Cornish en la película estén cosidos a mano, buscando un efecto expresivo y añadiendo profundidad al personaje. Aunque ha declarado que no sabe si acudirá a los Oscar –guarda una gran discreción respecto a su imagen pública–, ésta podría ser su gran ocasión, y una justa recompensa a una profesional que, si bien no se prodiga excesivamente, rara vez decepciona.
Catherine Leterrier por Coco: de la rebeldía a la leyenda de Chanel
La autora del fantasmagórico vestuario de la Juana de Arco de Luc Besson –ganó el César por ese trabajo en 1999– es una habitual de las grandes producciones del cine francés. Aunque el comentario más recurrente es que en esta ocasión tenía todo el trabajo hecho, el diseño de vestuario en Coco va mucho más allá de una simple recreación de las colecciones de la modista francesa más famosa de todos los tiempos. En una película en la que cada prenda adquiere un significado preciso y único –baste mencionar la escena en que la joven descubre los jerseys empleados por los marineros normandos, o cuando compone sus outfits con las prendas de su amante–, Catherine Leterrier lleva a cabo una labor más que correcta en la que, en ocasiones, las prendas se convierten en un personaje más. Su mayor inconveniente es, probablemente, el ser una figura demasiado local y el hecho de que la película en general sea bastante discreta y sin grandes alardes visuales o imaginativos.
Monique Prudhomme por El imaginario del Doctor Parnassus
La responsable de la imagen teen de Juno ha creado en El imaginario del doctor Parnassus un guardarropa imaginativo, excéntrico y de un enorme atractivo visual. Una fuerte base británica y francesa, abundantes toques decadentes y determinados destellos de exuberancia –el atuendo dorado, casi eclesiástico, de Christopher Plummer, los brillantes harapos verdes que luce Heath Ledger o la sensualidad vampírica y un poco polvorienta de Lily Cole– han dado como resultado un vestuario que explota al máximo las posibilidades de una historia de índole fantástica combinándolas con una sensibilidad muy excesiva, muy haute couture, muy contemporánea. Por ello, por su contribución a la fascinación visual que produce la película, Monique Prudhomme podría entrar por la puerta grande con esta magnífica producción.
Colleen Atwood por Nine
Después de llevarse la estatuilla dorada en dos ocasiones por sus brillantes creaciones (una más que la otra) en Memorias de una geisha y en Chicago, Colleen Atwood vuelve a ser nominada por Nine, de Rob Marshall. Indudablemente, ha llevado a cabo un trabajo exquisito y bien adaptado al espíritu de la película: subraya la belleza y elegancia de las actrices y aporta una atmósfera clásica, elegante y llena de glamour. En contra tiene el hecho de lo empequeñecida que resulta su labor en comparación con la felliniana en la que se inspira –probablemente Fellini es el director que mejor ha vestido a sus actrices– y, sobre todo, que no estamos ante uno de sus trabajos más deslumbrantes. Nos referimos, por supuesto, al soberbio vestuario de Memorias de una geisha o a sus creativas aportaciones a Sweeney Todd y Sleepy Hollow, que tendrán continuidad en la Alicia burtoniana aún por estrenar. Será entonces, con toda probabilidad, cuando veamos el potencial de esta diseñadora en todo su esplendor.
Sandy Powell por La reina Victoria
Los dos Oscar que hasta ahora ha ganado Sandy Powell –El aviador y Shakespeare in Love– sitúan a esta diseñadora en la mejor tradición hollywoodiense, con un sentido del glamour inherente a la industria del cine y una gran adecuación a la atmósfera visual de las películas. Su trabajo en La reina Victoria se inserta en la línea del vestuario clásico de época, con una rigurosa base histórica y un cierto chic muy actual. Sin grandes alardes de originalidad, su labor es más que correcta, y es responsable de parte del atractivo que produce la película. Su mayor acierto, probablemente, sea en el colorido, recuperando las audacias de una época que a menudo ha sido retratada de manera tenue por películas de todas las épocas. Este tercer Oscar podría recompensar su impecable academicismo y la proeza técnica que supone vestir a uno de los personajes más emblemáticos de la historia británica.