Zero Dark Thirty

‘La noche más oscura’, cine de espías del siglo XXI

El primer gran estreno cinematográfico del 2013 en España se trata de la nueva colaboración del tándem formado por la directora Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal tras ganar ambos sendos Oscars hace 4 años por En tierra hostilLa noche más oscura se trata de un apasionante film de espionaje adaptado a las temáticas y técnicas del siglo XXI y abordado desde una narrativa clásica. Y el resultado es magnífico.La gestación de la película fue, desde luego, un caso singular. Boal comenzó a documentarse sobre operaciones de la CIA centradas en el terrorismo islamista cuando, en mayo de 2011, le sorprendió la noticia del asesinato (me niego a escribir muerte) de Osama Bin Laden. A las pocas horas de la noticia, guionista y directora anunciaron que reescribirían el libreto para centrarse en la caza del hombre más buscado desde 2001, usando gran parte de la información ya recopilada por Boal y culminando con una larga secuencia que describiría con detalle el asalto al domicilio del terrorista.Por lo tanto, lo que podría haber sido una película más sobre el conflicto árabe-estadounidense, se ha terminado convirtiendo en una vibrante lección de historia sobre la primera década del siglo XXI. Aunque, eso sí, no se trata de una lección completa ya que omite, entre otras cosas, algunos eventos claves de estos diez años como fueron los atentados en Madrid del 2004. Por este motivo, y aunque nos la hayan querido vender como la película que destaparía todos los secretos en torno a la caza de Bin Laden (y de hecho no lo hace; aún no se cómo acabó el cadáver de Bin Laden en el fondo del mar), hay que acercarse a ella más como un absorbente relato de espías en el nuevo milenio que como una completa y veraz relación de los hechos.Y este relato de espias está articulado a través de la obsesión de una mujer. Sabiendo lo mucho que le gustan a Bigelow las mujeres fuertes (Jamie Lee Curtis en Acero azul o Angela Bassett en Días extraños), Boal personificó la mayor parte de los rasgos de las personas que iba entrevistando en su documentación en el papel de Maya, la joven agente de la CIA que no cejó jamás en su empeño por encontrar a Bin Laden. La hermosa Jessica Chastain infunde tenacidad, frustración y fragilidad a un personaje descrito por sus acciones y del que apenas sabemos nada de su pasado. Yo no pondría ninguna pega si el mes que viene se alzase con el Oscar a la mejor actriz del año.

Zero Dark Thirty

El resto del reparto está plagado de rostros conocidos de la televisión (Kyle Chandler – curiosamente también como agente de la CIA en Argo, Harold Perrineau, Taylor Kinney, Édgar Ramírez, John Barrowman, Chris Pratt y hasta el mismísimo Tony Soprano, aka James Gandolfini), destacando entre todos ellos a Jason Clarke y, sobre todo, Jennifer Ehle como dos de los compañeros más importantes de Maya durante la investigación.

A un guión y dirección sin apenas respiro en los más de 150 minutos que dura la película, y un reparto magnífico, hay que sumarle una labor titánica e impecable de producción, cuyo rodaje tuvo lugar en India y Jordania simulando ser Pakistán, una fotografía notable del australiano Greig Fraser que juega con efectos de la iluminación artificial pero que le resta fuerza a la famosa secuencia final, y un curioso montaje a cuatro manos entre la comercialidad de William Goldenberg (La búsquedaTransformers 3, Argo) y el initimismo indie de Dylan Tichenor (MagnoliaBrokeback MountainLos Tennenbaum).

Mención aparte merece la partitura del maestro francés Alexandre Desplat que juega con las trompetas para crear desasosiego recordando al Hans Zimmer de Origen o al John Barry más jamesbondiano, salpicando con ligeras e inquietantes apariciones de piano muy características en el compositor y, por supuesto, elementos folclóricos árabes. Se trata de una banda sonora de gran calidad, pero quizá le falte algún rasgo identificativo, algún leitmotiv que se quede en el espectador, para poder ganar un Oscar. Y yo personalmente preferiría ver ganando a Desplat por otra obra más redonda.

El estreno de la película en salas estadounidenses hace pocos días ha venido marcado por la polémica (¿o es estrategia comercial?) sobre si es lícito (y veraz) ensuciar una de las operaciones encubiertas más aclamadas por los norteamericanos, revelando las torturas que la precedieron para poder obtener la información necesaria. Productos televisivos como Homeland o, sobre todo, 24 ya pusieron sobre la palestra el dilema moral al que se ven enfrentados muchos agentes gubernamentales. Pero en esas series se les perdona porque son productos «de ficción».

Y así deberíamos enfrentarnos a La noche más oscura. Como la versión ficcionada, resumida, amalgamada de unas personas y unos hechos reales; el paso a paso de una investigación sin descanso; la lucha vital de una mujer dispuesta a atrapar al hombre más peligroso de la era moderna.