LA TRAGEDIA DE LA RUBIA PLATINO: JEAN HARLOW (1911-1937)


El próximo mes de junio se cumplirán 70 años desde que la actriz Jean Harlow dejase el mundo de los vivos. Muchos se preguntarán quién es Jean Harlow y a otros les sonará su nombre asociado con el de Gwen Stefani gracias a la encarnación de la actriz que la excantante de No Doubt hizo en la película «El Aviador» (Martin Scorsese, 2004) . Pero lo cierto es que Harlow fue la primera rubia platino y símbolo sexual de la historia del cine, dos décadas antes que Marilyn Monroe con la que compartía algo más que el color de pelo. Las dos actrices hicieron su última película con todo un icono de la gran pantalla: Clark Gable. Además, la protagonista de «Con faldas y a lo loco» (Billy Wilder, 1959) siempre se declaró una rendida admiradora de Harlow.

Harlean Carpenter nació en Kansas en 1911 y a los 16 años ya se fugaba a Los Angeles con Charles McGraw, 9 años mayor que ella para casarse con él. Un matrimonio al que los padres se habrían opuesto de no ser por la buena posición de él. El estar en la meca del cine le abrió las posibilidades de ser actriz. Una apuesta con sus amigos hizo el resto: una buena suma de dólares sería suya si se atrevía a participar en un casting de un gran estudio de Hollywood y ella lo hizo presentándose con el nombre de soltera de su madre, Jean Harlow. A partir de ese momento, las puertas de Hollywood se le abrieron. El aviador, maniático oficial y empresario cinematográfico Howard Hughes contó con ella para «Angeles del Infierno» y, aparte de compartir cama, la convirtió en una estrella solicitada por la Metro Goldwyn Mayer.

El escándalo la acompañó desde el principio tanto dentro como fuera de la pantalla. Dentro de la pantalla los puritanos se escandalizaban ante la primera rubia platino que parecía reirse de la sexualidad y la mostraba abiertamente y sin tapujos. Fuera de ella, su segundo marido y la primera esposa de éste se suicidaban sucesivamente siendo la Harlow la culpable a los ojos del público. El mismísimo Mayer quiso ayudarla haciendo correr el bulo de que su difunto esposo (uno de los productores más importantes del estudio y también lo bastante mayor como para ser su padre) se había suicidado por impotencia sexual, pero ella, eternamente manipulada por una madre avariciosa y sujeta a los designios de los grandes magnates del cine, se negó a corroborar tal infamia. Tuvo que hacer una película con una trama similar a la del propio escándalo que había protagonizado, «Reckless»(Victor Fleming, 1935) para que el público la «perdonase». El recién instaurado Código Hays tampoco le hizo ningún bien. Era escandaloso su vestuario, su lascivia cómica en pantalla y su vulgaridad. Así, la Metro llegó a cambiarle el color de pelo y para entonces, con películas tan prestigiosas como «Cena a las Ocho» (George Cukor, 1933) a sus espaldas, estaba considerada una de las mejores actrices cómicas de Norteamérica.


Todo parecía irle bien pero en su interior era desgraciada. Un tercer matrimonio con otro hombre mayor había sido un nuevo fracaso y su amor por el actor William Powell era del todo imposible ya que éste, cínico y separado de Carole Lombard, no estaba dispuesto a ir al altar con otra estrella de Hollywood. Además, su madre seguía olisqueando en sus finanzas, tenía que llevar apretados vestidos que justificasen su imagen de sex symbol, su contrato era rígido y no la hacía precisamente rica y solía sufrir incómodas alergias al maquillaje que le ponían cada mañana en el estudio. En 1937, durante el rodaje de su cuarta película junto a Clark Gable, «Saratoga» (Jack Conway, 1937) enfermó de manera brusca. La cuidaron durante 8 días en su casa pero tras ingresarla en un hospital fallecía el 7 de Junio de ese año a la tierna edad de 26 años. Hollywood no se lo podía creer y la bien conocida capacidad para el espectáculo de la Metro se dejó ver en su funeral, al que acudió la flor y nata californiana y en el que cantaron nada menos que Jeanette McDonald y Nelson Eddy. «Saratoga» estuvo a punto de no estrenarse, pero la demanda popular hizo que la Metro finalizase el rodaje con una doble y acabase estrenando la película como homenaje post mortem hacia su gran estrella.

¿Y qué significa esta oxigenada rubia 70 años después de su muerte para el espectador del siglo XXI? La Harlow fue la primera rubia platino antes de que llegasen Marilyn y Madonna pero su verdadero valor radica en otros aspectos menos superficiales. Fue única a la hora de hacer comedia del sexo, su mezcla de ternura y vulgaridad era un ataque directo a las clases altas en plena Depresión y enseñó a las mujeres antes que nadie a no avergonzarse de su erotismo. Su trágico y repentino canto del cisne le ha asegurado la inmortalidad de los grandes y su recuerdo supone una gran oportunidad para revisar una filmografía llena de grandes comedias de una época en la que reirse de ciertas cosas con elegancia era un síntoma inequívoco de inteligencia.

Video homenaje hecho por un fan de Jean Harlow