"MÚSICA PARA SER UNO MISMO" (Crítica de la película "Pesadilla Antes de Navidad"(Henry Selick, 1993)

«Si fueses de compras por Estados Unidos antes de Navidad entenderías que es una auténtica pesadilla». Esas eran las palabras textuales de Tim Burton cuando uno de los reporteros del «CQC» lo entrevistaba en la promoción patria de su película «Sleepy Hollow». Buena frase para alguien que ha sido durante casi dos décadas uno de los azotes de la moderna cultura norteamericana a través de un género como el de la fantasía gótica.

Aunque «Pesadilla antes de navidad» no fue dirigida por él, el guión y el alma de la historia son tan burtonianas que no se deja lugar a la confusión. La historia se basa en un poema que el propio Burton escribió al ver como en un escaparate de una tienda de regalos cambiaban los regalos y decoración de Halloween por los de Navidad ; en su efervescente cerebro buyió la idea de unir las dos fiestas a través de la historia de un rey de Halloweentown frustrado al querer emular a Santa Klaus (Santa Clavos para los siniestros seres de la ciudad de Halloween) y a su edulcorada fiesta navideña. La película llegó a convertirse en un hito y película de culto no sin antes pasar por numerosas dificultades de todo tipo. Eisner, presidente de la compañía Disney por aquel entonces ( la misma compañía que había ignorado el talento de Burton años atrás cuando trabajaba en los dibujos de la algo olvidada «Tod y Toby») creyó demasiado lúgubre la película como para estrenarla bajo el sello del ratón Mickey y la dejó para una división del estudio, la Touchstone Pictures. El filme fue recibido con entusiasmo por ser el primero íntegramente rodado en stop-motion, un estilo de animación en el que antaño había que mover las figuras fotograma a fotograma por cada mínimo movimiento, pero no constituyó un gran éxito taquillero. Seguramente por aquello de que la calidad se reconoce a largo plazo y de que el tiempo da y quita la razón, la película se convirtió en un clásico de culto y en un fenómeno de merchandaising válido tanto para la noche de difuntos como para la etapa de las fiestas navideñas ( ni a George Lucas, maestro en estas lídes, se le habría ocurrido algo así). La prueba de que hay fenómenos irrepetibles la da el que el intento de convertir a «La Novia Cadáver» en un fenómeno similar no ha dado buenos frutos.

La película es un nuevo canto de su creador a los diferentes, a aquellos monstruos siniestros a los que adoró en el cine de su infancia. Los personajes son complejos, divertidos y siniestros, pero siempre con buenas intenciones. Jack Skeleton sólo quiere cambiar de vida, Sally es una muñeca de trapo que trata de escapar de su inventor( la torre en la que éste vive es un claro homenaje a «Frankenstein», uno de los films favoritos de Burton) y el resto de personajes haloweenianos son siempre almas cándidas, vampiros, brujas y monstruos buenos que creen de verdad que asustar a la gente es una digna función. Sólo hay un villano: el hombre del saco Oggie Boogie, personaje algo traído por los pelos en una narrativa no tan compacta como pudiera parecer al principio ( de hecho, el número musical de Oggie Boogie es el más flojo de todo el conjunto). Esta siniestra bondad en la que los monstruos resultan ser siempre menos monstruosos que los llamados «normales» ( en la película el mundo de la Ciudad de la Navidad se presenta siempre desde el punto de vista infantil, ocultando los rostros adultos y presentando a Santa Klaus a través de su sombra desde el punto de vista de Jack) no es patrimonio de Burton; ya el cine clásico de la Universal y películas como «Freaks» eran poéticas odas a la diferencia. Sin embargo, Burton ha convertido el estilo multireferencial en un mix nuevo, en una reinterpretación al más puro estilo Tarantino que se deja ver en todas y cada unas de sus películas y que le hace ser un personalísimo autor en toda regla.

La película es un acto de magia desde el primer fotograma, con un inicio de cámara en movimiento a través de cementerios, brujas y calabazas con el «Esto es Halloween» compuesto por Danny Elfman, el músico habitual de Tim Burton que aquí se supera a sí mismo con sus habituales coros infantiles, música instrumental de viento y canciones ya míticas como el «Qué es» que dicen más de los personajes que los propios diálogos y que, en la mejor tradición de los musicales, hacen avanzar la acción en lugar de entorpecerla. Cada imagen, cada angulación de cámara, cada plano de la película están cuidados hasta el más mínimo detalle, desde su look expresionista hasta motivos tan simpáticos como el timbre con una araña que grita cada vez que se toca o el alcalde al que le cambia la cara según esté triste o alegre. Hay momentos de quitarse el sombrero como aquél en el que hay un montaje paralelo de la preparación de regalos en Halloweentown y en la ciudad de la Navidad y en la que además del humor que se desprende de tal contraste, la cámara se coloca en lugares insospechados como por ejemplo dentro de las cajas de los regalos.

«Pesadilla antes de navidad» sigue siendo hoy innovadora, casi una obra maestra que nos demuestra el talento visual y temático de uno de los grandes genios del cine actual, tan freak e incomprendido como el Jack Skeleton de esta película que nos enseña a aceptarnos tal y como somos. Podría ser un mensaje reaccionario, la idea de no poder cambiar; sin embargo en esta maravillosa película vemos ese intento frustrado de no poder cambiar no como una involución sino como la reafirmación de uno mismo, de la identidad personal y, en ese sentido, «Pesadilla antes de Navidad» podrá ser una película de culto durante muchos años más, y la película favorita a la hora de celebrar esa época del año en la que las calabazas, las brujas, el naranja y el negro se visten de terror para el puro disfrute de todos los que la celebran.