"NARCISO NEGRO" (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1947)

La satisfacción de descubrir una joya del cine no es comparable a nada. Sentarse en un sofá dispuesto a que te lleven a otro mundo, que te enriquezcan y que te enseñen verdadero arte es todo un desafío. Que los autores de la obra lo consigan es toda una alegría al terminar de ver una película. «Narciso Negro» es una de esas películas, dirigida por un par de innovadores y geniales directores británicos que se propusieron cambiar el tipo de cine que se hacía en su país: Michael Powell y Emeric Pressburger.

La historia de unas monjas que van a fundar una escuela y un hospital en un remoto palacio del Himalaya se convierte en un retrato de represión sexual, de choque de culturas ( con la consiguiente crítica al puritanismo y ridigez británicas tan propia del cine de los directores) y, finalmente, melodrama de altura y cine de terror, por muy sorprendente que esto parezca. Directores como Scorsese han admirado desde siempre el cine de estos genios y no es de extrañar. La semilla del montaje iconoclasta de Scorsese se encuentra en películas como ésta, en donde los primeros planos son un choque de personajes y dan valor a sus sentimientos más profundos sin que haya una sola línea de diálogo. Además, el montaje de la parte final consigue un climax imitado por el mismísimo Hitchcock en su «Vértigo», con planos detalle que oscilan entre lo terrorífico y lo sensual. Hay incluso recursos tan transgresores y poco comunes en la época como imágenes subjetivas de un desmayo con fundidos en azul y rojo (¡!¡!) Una yuxtaposición de planos que promueve la intensidad dentro de un ritmo pausado y de una sensación incómoda que va creciendo en el espectador conforme avanza el final, a pesar de la poesía que despiertan muchas imágenes rodadas desde los ángulos de cámara más improbables.

Si el arte es símbolo y metáfora esta película es arte con mayúsculas. El uso del tecnicolor es uno de los más expresivos que se puedan recordar gracias al genial y mítico director de fotografía Jack Cardiff. Así, las increíbles y bellísimas sombras de un atardecer pueden representar la sexualidad que desemboca en tragedia para una novicia, y los azules y verdes del paisaje un curioso contraste con la rigidez de la vida de las monjas. Unas monjas expuestas a un sexy cazador que las ayuda y crea conflictos entre ellas en un lugar en el que la cultura ajena es incomprensible e incontrolable como se mostrará en el triste y aterrador final. Además de la metáfora, la narración es sobresaliente. La subtrama sobre un joven general indio (el mítico Sabu) que desea aprender todo sobre las monjas y su mundo fracasando en el intento es equiparable al fracaso de las propias monjas para entender la cultura india. Por otra parte, los flashbacks que van integrándose en la historia para descubrir el pasado de la protagonista y entender mejor su carácter perfeccionista y reprimido, se interrumpen cuando ésta cuenta al cazador cuál es el motivo de su crisis de fé. Otro director menos experimentado habría completado la serie de retornos al pasado con uno más, pero aquí basta con las palabras del personaje de Deborah Kerr matando así dos pájaros de un tiro: el cazador y el espectador la comprenden al fin sin tener que repetirse el mismo recurso.


Deborah Kerr hace válidad su famosa frialdad en el personaje de la madre superiora que tiene una responsabilidad que se le escapa de las manos. Su cara es el vivo testimonio de la dureza, el rencor por el daño pasado, la represión y las múltiples complejidades de su personaje. David Farrar, el cazador, es perfecto en su sexualidad y sus diálogos con segundas intenciones; en resumen, es la viva imagen del pecado que acecha a las monjas. Pero si hay un personaje inolvidable ese es el de Kathleen Byron. Su Hermana Ruth es una joven ansiada de carnalidad que va perdiendo la razón dentro del alejado lugar en una especie de anticipo del Jack Torrance de «El Resplandor». Cada plano detalle de esta genial actriz es una mezcla de sexo, muerte y deseo sin que nada desentone o haga incomprensible al personaje.

Una verdadera obra maestra del color, la poesía, la espiritualidad y la profusión de bellas y aterradoras imágenes que demuestran el fracaso vital y espiritual de unas mujeres expuestas al mayor de los miedos del ser humano: la diferencia del prójimo. Una maravilla que creó polémica en su tiempo y que no es apta para todo el mundo.

VALORACIÓN:


Flashback navideño en el que se aprecia en increíble uso del color y los primeros planos en la película