Si el arte es símbolo y metáfora esta película es arte con mayúsculas. El uso del tecnicolor es uno de los más expresivos que se puedan recordar gracias al genial y mítico director de fotografía Jack Cardiff. Así, las increíbles y bellísimas sombras de un atardecer pueden representar la sexualidad que desemboca en tragedia para una novicia, y los azules y verdes del paisaje un curioso contraste con la rigidez de la vida de las monjas. Unas monjas expuestas a un sexy cazador que las ayuda y crea conflictos entre ellas en un lugar en el que la cultura ajena es incomprensible e incontrolable como se mostrará en el triste y aterrador final. Además de la metáfora, la narración es sobresaliente. La subtrama sobre un joven general indio (el mítico Sabu) que desea aprender todo sobre las monjas y su mundo fracasando en el intento es equiparable al fracaso de las propias monjas para entender la cultura india. Por otra parte, los flashbacks que van integrándose en la historia para descubrir el pasado de la protagonista y entender mejor su carácter perfeccionista y reprimido, se interrumpen cuando ésta cuenta al cazador cuál es el motivo de su crisis de fé. Otro director menos experimentado habría completado la serie de retornos al pasado con uno más, pero aquí basta con las palabras del personaje de Deborah Kerr matando así dos pájaros de un tiro: el cazador y el espectador la comprenden al fin sin tener que repetirse el mismo recurso.
Deborah Kerr hace válidad su famosa frialdad en el personaje de la madre superiora que tiene una responsabilidad que se le escapa de las manos. Su cara es el vivo testimonio de la dureza, el rencor por el daño pasado, la represión y las múltiples complejidades de su personaje. David Farrar, el cazador, es perfecto en su sexualidad y sus diálogos con segundas intenciones; en resumen, es la viva imagen del pecado que acecha a las monjas. Pero si hay un personaje inolvidable ese es el de Kathleen Byron. Su Hermana Ruth es una joven ansiada de carnalidad que va perdiendo la razón dentro del alejado lugar en una especie de anticipo del Jack Torrance de «El Resplandor». Cada plano detalle de esta genial actriz es una mezcla de sexo, muerte y deseo sin que nada desentone o haga incomprensible al personaje.
Una verdadera obra maestra del color, la poesía, la espiritualidad y la profusión de bellas y aterradoras imágenes que demuestran el fracaso vital y espiritual de unas mujeres expuestas al mayor de los miedos del ser humano: la diferencia del prójimo. Una maravilla que creó polémica en su tiempo y que no es apta para todo el mundo.
Flashback navideño en el que se aprecia en increíble uso del color y los primeros planos en la película