Dollhouse, de Kirsten Sheridan, cuenta la historia de un grupo de amigos de clase baja cuyo pasatiempo consiste en entrar en casas lujosas cuando sus inquilinos no están. Una historia que recuerda mucho a Los edukadores solo que a diferencia de los protagonistas de la primera tras las acciones de este grupo de adolescentes no se esconde ningún tipo de enseñanza, sólo placer.
Kirsten Sheridan nos invita a vivir una noche con esos adolescentes de clase baja, una noche cargada de drogas y alcohol con las que pretenden olvidar sus duras vidas poniéndose en la piel de gente cuyas preocupaciones no alcanzan la magnitud de las suyas.
Posiblemente la película de la hija de Jim Sheridan sea una de las cintas que mejor describe a los adolescentes de la clase baja irlandensa, adolescentes que viven en barrios marginales y que se encuentran en el escalón más bajo de la sociedad. Bien dirigida, y mejor interpretada, la película profundiza en las relaciones personales de los miembros de este curioso grupo consiguiendo que al espectador se le olvide cuestionar la moralidad de sus actos e incluso simpatice con ellos.
Las actuaciones acompañadas de una gran banda sonora consiguen crear una atmósfera que en ocasiones parece propia de un videoclip y que nos ayuda a sumergirnos más aún en una dura historia sobre la amistad y la marginalidad que sufren ciertos sectores de la sociedad.
La película Kirsten Sheridan invita a entrar en esa particular “casa de muñecas”, una casa llena de muñecas rotas que se han visto condicionadas por el entorno en el que han crecido pero que aún así no han perdido nunca las ganas de vivir.