El cine malagueño se hace hueco en la sección oficial

El cine malagueño vivía hoy uno de sus momentos más importantes: el festival que la capital andaluza lleva albergando durante 17 años por fin seleccionaba una cinta autóctona para su sección oficial por primera vez. 321 días en Michigan, del realizador Enrique García, es un drama carcelario de personajes que desprende grandes raciones de verdad y que cuenta con un reparto en estado de gracia con unos secundarios brillantes entre los que destaca Virginia de Morata, un verdadero prodigio interpretativo que planta cara al resto de aspirantes a la Biznaga.

Antonio, un ejecutivo de éxito al que han condenado por delitos financieros, se enfrenta a dos años de cárcel pero no está dispuesto a que nadie se entere. El plan está trazado a la perfección: ha solicitado una excedencia y con ayuda de su abogado, su novia y algunos contactos bien pagados, hace creer a todos que está estudiando un máster en Michigan .Con este retrato de la cotidianeidad carcelaria, el cine malagueño se abre hueco en una sección oficial que por primera vez mira hacia su propia cinematografía. Una de las grandes sorpresas de la sección oficial de este año.

La segunda película del día que compite en la sección oficial ha sido la nueva película de David Menkes: Por un puñado de besos, una adaptación de la novela de Jodi Sierra i Fabra, Un poco de abril, algo de mayo y todo septiembre. En ella, Sol y Dani han quedado para su primera cita. Pero su conversación no es la habitual. Meses atrás, los sueños de Sol, una hermosa y sensible chica de diecinueve años, se quebraron trágicamente, aunque descubrió que el amor era para ella una necesidad y emprendió la búsqueda de un alma gemela con quien compartir todo el tiempo que fuera posible.

Tras Mentiras y gordas, donde ejercía de codirector, David Menkes dirige en solitario este drama romántico que, al igual que su anterior película, fracasa estrepitosamente en todas y cada una de sus intenciones. No hay sofisticación, ni nada parecido, en un guión que subordina a sus actores protagonistas (Ana de Armas y Martiño Rivas) a unas conversaciones de nula naturalidad y convicción. No hay emoción en esta fallida, vacía e innecesaria ridiculez.