Hirokazu Koreeda es ya una estampa tan típica del Zinemaldia como las alfombras rojas húmedas. Es tan prolífico que viene a cumplir con una película por edición. Por eso le conocemos casi tan bien como a un compañero habitual de butaca. Eso no quiere decir que no sea capaz de sorprendernos como hace con este Monstruo, que llega a las pantallas de los cines el próximo viernes.
En los primeros minutos creemos que estamos ante una película más sobre la pérdida (un tema recurrente en su cine, pero que borda especialmente en Still Walking (2008), más tarde creemos que, en realidad se trata del retrato de otra familia disfuncional, como podría ser su anterior cinta, Broker (2022), pero finalmente constatamos que se trata de un análisis del bullying infantil, y tampoco es cierto, o más bien es todo eso a la vez.
Hasta que descubrimos que Koreeda va ofrecernos el mismo relato desde distintos puntos de vista, llegamos a enfadarnos con el realizador, pues el primer tramo nos resulta en ocasiones maniqueo, de trazo gordo… pero todo es cuestión de la subjetividad del punto de vista del primer personaje.
Cuando advertimos el truco, tenemos que reconocer la maestría del realizador, del que no esperábamos un giro similar, pero con el tercer punto de vista debemos rendirnos a la genialidad. Es cierto que hay unas cuantas trampas narrativas para que el puzle cuadre, pero se las perdonamos por el estimulante viaje que nos hace recorrer.
La infancia en manos de Koreeda es casi siempre un día de sol gustoso, por mucho que esté rodeadas de circunstancias trágicas, la adolescencia en Monstruo es, como en la vida de casi todos, exagerada, tremendista, dubitativa, pero también extremadamente sorprendente por las primeras experiencias.
Una vez más, gracias a él descubrimos lo enferma que sigue la sociedad japonesa, con esa tensión permanente entre el respeto extremo al protocolo y los ataques de ira continuos con los que tratan de zafarse de semejante represión, pero además Koreeda nos enfrenta a otro mal, este sí global: las condenas inmediatas en la plaza pública ante cualquier suceso extraordinario, que amplifican las redes sociales, sin ni siquiera conocer los detalles mínimos de lo sucedido. Esos juicios de jurados autonombrados que pueden acabar con la vida profesional de cualquiera en pocos minutos con las secuelas pertinentes.