Orlando sueña más profundo que la Sultana

San Sebastián nos sirve dos propuestas feministas en las antípodas: las de Paul B. Preciado e Isabel Helguera

Hay temas que abrasan la actualidad. El feminismo reclama portadas a la misma velocidad que corroe  los cimientos del patriarcado. Inevitablemente, esta preponderancia genera otros debates, como que hay mil maneras de ser mujer. Una frase literal que lanza el pensador trans Paul B. Preciado en su ópera prima Orlando, mi biografía política, que estrenó en el pasado Festival de Berlín con el Premio Especial del Jurado de la Sección Encounters y recibió el premio Teddy a la mejor película documental, que ahora puede verse en Donosti gracias a la sección Zabaltegi Tabakalera.

Lo mejor de la propuesta es que se trata, como buena parte de sus protagonistas, de una película no binaria: ni documental, ni ficción, sino todo lo contrario. Preciado se encuentra ante la dificultad de que su propia biografía ya fue escrita años antes por Virginia Woolf en Orlando, esa biografía, también inclasificable, de un nombre que nace varón en la época isabelina y alcanza el siglo XX como mujer.

Preciado elige a un buen número de orlandos como coprotagonistas, que se presentan a cámara con su nombre real. Genera metáforas visuales, algunas más acertadas que otras, para explicarnos algunos de los conceptos filosóficos que centran su obra, por ejemplo, que la masculinidad y la feminidad son ficciones políticas aprendidas a través de la repetición y la violencia, pero también otros más complejos como la farmacoliberación, que ser mujer no es una esencia, sino una práctica en el devenir, la metamorfosis de la liberación…

No se conforma con esto, que ya es mucho, sino que, además, gracias a la hibridación que antes alabamos, nos emociona al observar cómo las transformaciones físicas de todos estos orlandos les permite “la desaparición del odio y la aparición del amor”, como elles mismos explican, y también que elegir el camino trans es no solo abrirse a la experimentación, sino también obligarse a hacer de la vida una obra de arte.

El propio Paul B. Preciado es un personaje en otra de las propuestas del Festival de San Sebastián, en este caso la película de animación El sueño de la sultana, el debut en el largometraje de Isabel Herguera a los 61 años, que compite en la Sección Oficial. La propuesta es abiertamente feminista, pues se basa en un cuento de ciencia ficción feminista escrito por Rokeya Hossain en Bengala en 1905 ,que presentaba el País de las Mujeres, un mundo utópico en el que ellas tienen el poder y los hombres se limitan al ámbito privado y las tareas del hogar.

El mayor valor del film es la variada técnica de animación: el viaje de la protagonista, Inés, en la actualidad, está hecha en animación tradicional 2D en acuarela; los fragmentos de la vida de Rokeya Hossain, se realizaron mediante la técnica de recortables, que homenajea al teatro de sombras; y la parte dedicada al cuento y el País de las Mujeres se diseñó en el estilo mehndi (tatuaje temporal), utilizando la henna.

Como le ocurre a su protagonista, la directora no se permite soñar, nos muestra todas sus intenciones de una manera directa, y si me apuran, poco elaborada. El cine ( el arte más bien) es metáfora y emoción, si Preciado convierte un tratado filosófico en una fábula, Helguera no logra que su cuento feminista se contamine del menor simbolismo.