Cuando ayer publicamos una breve nota sobre el turbio caso del Goya robado y su rescatador pensábamos que estaba todo dicho. Pero no. Hay mucho más. Los acontecimientos ocurridos por la tarde confieren al asunto una mayor gravedad al convertir una anécdota de fin de fiesta en un esperpento que sólo hace daño a la imagen de la Academia y de todo el cine español (por no mencionar al periodismo, esa profesión últimamente tan maltratada).
Recopilemos lo ocurrido.
1.- El Goya al mejor documental lo gana Bucarest, la memoria perdida. Dirigido por Albert Solé, la película es un homenaje a su padre, el ex ministro socialista Jordi Solé Tura, enfermo de alzheimer. El realizador recoge la estatuilla y la dedica a quienes padecen esa terrible enfermedad. Concluida la gala y el cóctel, Solé se marcha a la fiesta organizada por el equipo de Los crímenes de Oxford, ganadora a su vez de otros dos Goyas. Los tres premios quedan en el guardarropa, pero al salir del local, el de Bucarest ha desaparecido.
2.- El lunes todos los medios se hacen eco de la noticia, jugoso hueso para un día de resaca de premios en los que, por lo general, poco hay que roer más allá de repasar los ganadores, los vestidos y, con suerte, alguna anécdota de la ceremonia. Elmundo.es, claro, también da la noticia. En la propia pieza señala: “Actualizado lunes 02/02/2009 20:01 horas”.
3.- El martes El Mundo sale a la calle con una enorme fotografía en portada de un individuo de espaldas y el Goya desaparecido en la mano. El titular dice “Un crítico en paro secuestra el Goya y lo entrega a El Mundo”. Nótese que dice “en paro”, vinculando desde el principio esta indeseable acción a la crisis económica, aprovechando la tan cacareada buena relación de los círculos culturales con los Gobiernos de izquierdas. El sumario dispara también contra la propia gente del cine: “No soy un ladrón (…) Sólo quiero protestar por el sectarismo y el nepotismo que imperan en el cine español. Siempre les dan las subvenciones y los premios a los mismos”.
Surge aquí la primera y gravísima pregunta. La fotografía está tomada el lunes a la luz del día y en el reportaje se dice que la entrega de la estauilla se había demorado mucho por el miedo del ladrón a la Policía. En cambio, la noticia publicada en su web ese día está fechada a las 20.01, es decir, de noche. Por tanto, la última vez que actualizaron esa información sabían donde estaba el Goya (¿en la propia redacción?) y prefirieron callar.
4.- El director del periódico, Pedro J. Ramírez, aparece en su videoblog acariciando la estatuilla, citando a Bogart y Shakespeare y aludiendo a la grandeza del cine.
5.- Por si el esperpento se quedara corto, Elmundo.es organiza por la tarde un encuentro digital con el ladrón. Por supuesto, no le califica así, sino que le llama “secuestrador”. Él sigue sin dar su nombre (sólo sus iniciales: K.N.T.) y sin dar la cara. Primera pregunta: “¿Por qué elegiste El Mundo como lugar para devolver tu Goya? ¿No te planteaste devolverlo a su dueño o a otro medio de comunicación?”. Respuesta: “Considero que El Mundo es foro de crítica y libertad idóneo para ello, una garantía de periodismo libre y veraz”.
La selección del resto de preguntas incluye expresiones como “Hola, amigo. Enhorabuena por tu acción”, “Querido hombre misterioso…”, “Ante todo enhorabuena, eres mi héroe, por cierto… ¿le tienes miedo a Pilar Bardem?”. Entre las respuestas, dice que se llama Kiko.
Quiero recordar en este punto que este periódico dio pábulo durante varios años a toda una teoría de la conspiración sobre uno de los episodios más dolorosos de la historia de este país basado en coincidencias mucho más remotas que las aquí relatadas. No vamos a caer en ese mismo error y aceptaremos que no hay complot, que, en efecto, el ladrón es fan de El Mundo y ha preferido entregarlo al periódico en lugar de a su legítimo dueño.
Solé, tras conocer el paradero de su premio, dice: “Es lamentable que se dé eco a un borracho de esa categoría y se le publicite de esa manera”. “No voy a tomar ninguna medida legal, porque sería dar más publicidad a ese sinvergüenza”, añade. Hace bien, además porque el hurto de uso (sustraer un objeto y devolverlo sin intención de apropiarse de él) apenas lleva aparejada una sanción penal.
Pero quien debería levantar la voz es la Academia de Cine. Cuando aún se desconocía lo ocurrido, tender la mano para que el ladrón lo devolviera con la promesa de no tomar ningún tipo de represalia contra él era aceptable. Ahora que un diario de tirada nacional y su director (él personalmente, como ha dejado bien claro en su vídeo) han montado un sainete alrededor de un Goya, la institución no debe permanecer callada. Tiene que protestar abiertamente por la utilización torticera de su estatuilla, del emblema que debe representar lo más excelso del cine español. Observar desde la barrera el espectáculo en el que un Goya es exhibido como un botín de guerra es un error gravísimo.
La Academia debe, pues, reivindicar la dignidad de su máximo símbolo. Y nosotros, lectores de esta web especializada, aficionados al cine, amantes de la cultura, mostrar nuestra repulsa.