Fassbinder imaginó Lola (1981) como una adaptación de la novela Professor Unrat, de Heinrich Mann, que había originado a su vez la película más famosa del cine alemán: El ángel azul, de Joseph Von Sternberg. Fassbinder llevó a cabo una relectura radical de la obra hasta volverla irreconocible, y la situó en la Alemania de 1957, donde la tentación que acecha a un honorable funcionario no es solamente una mujer -en este caso, Lola, una prostituta y estrella del burdel local-, sino la corrupción que ha crecido bajo la bendición del nuevo régimen capitalista. Partiendo de este contexto, Fassbinder creó una película en la que la dirección artística y la fotografía cobran una importancia fundamental.
La base visual de la película es el contraste entre el color rojo y el azul, que están presentes en todo el metraje a través de superficies chillonas, composiciones extremadamente cuidadas y, especialmente, mediante las iluminaciones claramente antinaturalistas creadas por el director de fotografía, Xaver Schwarzenberger, que plantean una división maniquea entre la rectitud -el urbanista Bohm, siempre en azul- y la voluptuosidad –en rojo y rosa- de la joven Lola. El resultado es deslumbrante: lo kitsch, lo barroco, lo teatral e, incluso, lo televisivo –zooms, encuadres imposibles y sonido en directo- se dan la mano en una película desconcertante, deliciosamente démodé y, al mismo tiempo, poseedora de una fuerza visual, un sentido de la provocación y una capacidad de riesgo que la convierten en una rara joya para los amantes de las estéticas radicales.