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Color y nocturnidad en ‘Los mundos de Coraline’

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Suena ‘End Credits’
Los mundos de Coraline
Compositor: Bruno Coulais
Sello: Koch Records
Año: 2009
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5notitas

Los mundos de Coraline es la última promesa de Henry Selick, autor de Pesadilla antes de Navidad y James y el melocotón gigante, inequí­vocamente dos grandes referentes del cine de animación stop-motion. Tras su paso por la Disney, el director fundó su propio estudio, Laika, que ha estado trabajando siete años en la realización de esta película. Basada en el relato de Neil Gaiman, cuenta la historia de una joven que accede a un mundo paralelo, versión edulcorada de la realidad, a través de una puerta escondida de la nueva casa familiar. Muy pronto la aparente felicidad se torna en sospecha y angustia.

Algunos críticos han dicho que Los mundos de Coraline es una película que no tiene un público objetivo sino que está dedicada a sí misma y a los admiradores del arte en general. Al empezar el visionado podemos pensar que estamos inequívocamente ante un producto infantil. Una niña se aburre en un hogar que siente ajeno y de cuyos padres sólo recibe indiferencia. un fascinante descubrimiento le adentra en un mundo aparentemente colorista pero que encierra una sórdida percepción de las cosas. A medida que avanza la película los iniciales preceptos infantiles van siendo aniquilados en favor de planteamientos estéticos y argumentales oscuros y aterradores. Cuando Coraline entra en el teatro, que antes se nos presentó amablemente, y coge una linterna encendida que yace en el suelo para orientarse en la espesura del grisáceo y tétrico escenario, además de encogérsele a uno el corazón, nos damos cuenta de que la película ha cambiado, es otra. Ya no es una simple aventura infantil, es un cuento no apto para pequeños. ¿O sí debería serlo? 

Escenas de onírico horror y mensajes sutiles construyen una trampa para aquellos padres que crean llevar a sus hijos hacia un divertimento animado sin más. Coraline es la transición de la infancia a la adolescencia, de la amistad al amor, de la terca obstinación hacia la madurez. Ese equilibrio entre mensajes, la naturalidad de sus protagonistas, la belleza de los escenarios, un argumento que fluye a ritmo perfecto. Todo en Los mundos de Coraline está medido para cerrar una absoluta obra maestra del cine. Un clásico que está en condiciones de darle un susto a Up en los próximos Oscar. Y de paso otorgarle el de ‘Mejor dirección artística’, obra del propio director Henry Selick, para los mejores decorados que yo he visto en un cine en mucho tiempo. Un prodigio de la animación que se sitúa muy cerca de Pesadilla antes de Navidad, que ya es decir mucho. Y con esto, me pregunto si los méritos de esta última eran más de Henry Selick que de Tim Burton. Si la sensibilidad de Jack y Sally, ese inmortal cuento que nos marcó la infancia, fue gracias a su director más que a su creador.

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Suena ‘The Party’, de Bruno Coulais

Musicalmente tampoco decepciona. El compositor francés, Bruno Coulais, uno de los exponentes musicales del cine francés tiene en su haber tres César, un BAFTA y una nominación al Oscar por la canción ‘Vois sur ton chemin’ de Los chicos del coro. En Los mundos de Coraline consigue con éxito crear un exquisito y onírico mundo de imaginación experimental. Sin duda, una colorida banda sonora que se erige como uno de los más extrañas y a la vez hermosas partituras del 2009. El score se articula en torno a nada menos que 31 temas generalmente cortos y temáticamente diversos. Coulais escapa de un primer planteamiento aparentemente lógico, el dividir musicalmente las dos realidades. En cambio, define una línea musical que dé sentido a ambas. Su partitura es esencialmente evocadora y se despliega a través de un abanico delicado de texturas, nanas y melodías. Una música, que al igual que el filme, es absolutamente caleidoscópica, variada, oscura, alegre y mágica. Su aire deslabazado no es banal, está milimétricamente calculada para cada segundo de la cinta.
La música empieza curiosamente con los ‘End Credits’, un macabro y frenético canto en una lengua inventada que el Coro Infantil de Niza balbucea en sí­labas aleatorias. Magistral. A ella, le siguen un par de maravillosas nanas nocturnas, ‘Dreaming’ y ‘Installation’. Es entonces cuando la Orquesta Sinfónica de Budapest roba las voces a los niños para desarrollar un derroche instrumental extremadamente imaginativo y experimental. La amalgama de extrañas texturas y suaves melodías hace acto de presencia. El tema de ‘Wybie’ nos presenta al personaje como un desordenado e hiperactivo chaval que llega siempre al rescate de su nueva amiga. Así, cada uno de los humanos y animales que aparecen ante Coraline tienen asignada una fascinante pieza musical cortesía de Couilais (‘Bobbinsky’, ‘Mice Circus’, ‘Ghost Children’). Mención especial para aquellas que los personajes interpretan al compás de un baile o que ellos mismos cantan (‘Sirens of the Sea’) lo cual nos indica el grado de comunión entre música y película. Las cues de acción y contexto están radiantemente interpretadas y desarrolladas (‘It Was Fantastic’, ‘The Supper’) aportando una gran plataforma para el regocijo audiovisual. Pese a la apabullante variedad temática, Coulais nunca cae en la ruptura temática de la partitura pues todas están unidas por un preciosista estilo onírico, altamente identificable, que da fuerza al conjunto. La profundidad emocional de la partitura no es un objetivo pero porque su función no es la de rebuscar en el alma de los personajes sino plasmar en música los miedos y sensaciones de Coraline hacia el mundo que la rodea. En definitiva, hacernos sentir lo mismo que ve y escucha Coraline.

Por tanto, estamos ante una banda sonora lograda, fácil de escuchar y altamente hechizable. Una partitura que forma parte indivisible de la película, que no se entiende del todo sin las imágenes. Y ya sabéis que cuando pasa eso estamos rozando el umbral de lo muy bueno. Está hecha para brillar en el argumento con sus preciosidades y sus juegos musicales. Una composición que además aporta un punto de vista musical muy original para un filme de animación. Una composición que recoge los pedazos de la infancia y el horror para construir un score hermoso y oscuro. Bruno Coulais es un digno heredero de Danny Elfman para Henry Selick, cargado de ingenios e ideas fascinantes.

Pistas

1. End Credits [ 1:54]
2. Dreaming [ 2:20]
3. Installation [ 2:28]
4. Wybie [ 2:07]
5. Exploration [ 2:01]
6. Other Father Song [ 0:28]
7. The Supper [ 1:31]
8. Bobinsky [ 2:23]
9. Fantastic Garden [ 1:34]
10. Coraline Fly [ 0:24]
11.Trap For The Mices [ 1:34]
12. Mice Circus [ 1:27]
13. Dreams Are Dangerous [ 1:27]       
14. Sirens Of The Sea [ 1:38]
15. In The Bed [ 1:54]
16. Spink And Forcible [ 0:33]

17. It Was Fantastic [ 2:10]
18. Ghost Children [ 1:28]
19. Let’s Go [ 1:09]
20. Playing Piano [ 2:48]
21. Wybie That Talks [ 2:09]
22. Cocobeetles [ 1:39]
23. Alone [ 0:52]
24. Dangerous [ 2:23]
25. Reunion [ 1:10]
26. Coraline Dispair [ 1:27]
27. The Theater [ 1:33]
28. The Famous Mister B [ 2:23]
29. You Know I Love You [ 4:27]
30. Mechanical Lullaby [ 2:24]
31. The Hand [ 3:14]
32. The Party [ 2:32]