‘Gravity’ y otros ‘antes y después’ del cine reciente

El desembarco de Gravity supone un antes y un después en el cine de ciencia ficción y, especialmente, en el espacial. No se trata de una película más ambientada fuera de la atmósfera terrestre. En la historia imaginada por Alfonso y Jonás Cuarón la lucha no es por salvar a la Humanidad del Apocalipsis. Es, simple y llanamente, la lucha de dos seres humanos, la doctora Ryan Stone y el astronauta Matt Kowalsky, por la supervivencia tras un accidente a muchos kilómetros de la Tierra. Pero, a parte de eso, y como decía Rubén Miguélez Santamaría hace solo unos días por estos lares, Gravity es “una experiencia”, una película que “nace con intención de hito dispuesto a marcar un antes y un después en la historia del cine”.

La cuestión que se plantea, tras asistir a la proyección de Gravity en 3D y escuchar/leer las buenas críticas al respecto de los compañeros, está en el porqué. La respuesta está en las sensaciones. Esas que se tienen cuando se ve una película como esta. Las mismas que produjeron otras películas recientes antes. Gravity es al cine del espacio lo que en su día fueron The Matrix, a las peleas; El Señor de los Anillos, a la fantasía y El Caballero Oscuro, al cine de superhéroes. Cuarón consigue convertir al espectador en un protagonista más de la historia exprimiendo al máximo las virtudes del 3D.

Puede que la gravedad de la sala de un cine no sea cero, pero el momento en el que la cámara, tras una secuencia en tiempo real sin cortes, se adentra en el traje espacial de Sandra Bullock haciendo que lo que ella ve sea lo que se proyecta en la pantalla, en ese preciso instante, es cuando Gravity empieza a hacer historia. La cámara se introduce en el casco y el punto de vista del espectador y del actor entran en comunión. Otro de los momentos clave (hay muchos) es la segunda lluvia de escombros espaciales. El hecho de sorprenderse a uno mismo esquivándolos desde la butaca hacen pensar en que eso debe ser el 3D bien utilizado.

Obviamente, la sensación nunca será la misma que enfundarse un traje espacial y salir a dar un paseo a millones de kilómetros de la Tierra, pero lo que transmite Gravity no se había conseguido antes. Eso en cuanto al apartado técnico. A la historia, si se quiere, se le pueden buscar mensajes, filosofías de vida… pero lo que destaca sobre todo es la sensación de angustia que viven los personajes y que se siente viéndoles en la pantalla. Un nudo en el estómago continuo. Una hora y media de aguantar la respiración como si el oxígeno a nuestro alrededor también se estuviese agotando.

Esa misma sensación de estar ante una película que marcaría una antes y un después en el cine se daba también con The Matrix (1999). Aquella historia de humanos cultivados como tomates a merced de programas informáticos hizo que el rodar una pelea cuerpo a cuerpo adquiriese otra dimensión. Los hermanos Wachowski recurrieron entonces al conocido como bullet time, consistente en ralentizar el tiempo de proyección para ver la escena con todo lujo de detalles. The Matrix hizo suya la técnica, creó escuela y muchos hablaban de este efecto como el ‘efecto matrix’. Durante los años posteriores se popularizó y se abusó de él hasta pasar de los novedoso y espectacular a lo pesado y reiterativo. Para entender mejor lo que es el bullet time, es mejor verlo en el siguiente vídeo.

En cuanto a El Señor de los Anillos (2001), lo espectacular fue la puesta en escena y la recreación que Peter Jackson logró hacer el mundo descrito por J. R. R. Tolkien en su libro. El director neozelandés, apasionado de la Tierra Media y sus pobladores, trasladó lo que estaba descrito en el papel dotándolo de vida propia y con tal lujo de detalles que nadie ha podido después de él lograr una película de fantasía como su trilogía. La dificultad estaba en hacerlo en acción real. En animación ya se había hecho. Elfos, hobbits, enanos, magos, orcos y, sobre todo, Gollum, cobraron vida para regocijo de los aficionados al género.

En lo técnico, Sméagol fue todo un ejemplo de cómo aprovechar al máximo la captura de movimiento convirtiendo a Andy Serkis en un maestro en la materia. El actor, después de enfundarse los electrodos de Gollum, ha sido King Kong, César en El origen del planeta de los simios y el Capitán Haddok en el Tintín de Steven Spielberg. Hace poco volvió a ser Gollum para la, aún por terminar de estrenar, trilogía de El Hobbit de Peter Jackson, que disfruta de una tecnología más pulida y de las tres dimensiones.

Por ultimo, El Caballero Oscuro, cuyo antes y después en el cine de superhéroes tiene que ver con la entidad de la película. Antes del desembarco de Christopher Nolan en los cines con su segunda entrega de Batman las películas de superhéroes/héroes enmascarados eran vistas como algo ligero, entretenimiento puro y duro. Divertidas, pero sin demasiadas pretensiones más allá de eso. Entonces, en 2008, llegaron Nolan y Christian Bale y convirtieron El Caballero Oscuro no solo en una gran película (aunque tenga sus detractores) sino en, hasta la fecha, la mejor del género. Algo tuvo que ver en ello la aportación de Heath Ledger como el Jóker, que le valió un Oscar. Muchos han intentado alcanzar las cotas del Caballero Oscuro, pero, de momento, solo El Hombre de Acero se le ha acercado.

Foto: (C) 2013 WARNER BROS. ENTERTAINMENT INC.