La categoría de montaje en los Goya de este año está compuesta por dos profesionales patrios respetados y con una amplia trayectoria a sus espaldas, un director multiusos que realiza una labor complicada y absorbente, y el invitado de honor, importado de EE UU y con un Oscar en su haber. Los cuatro trabajos que compiten son magníficos y cualquiera podría llevarse el cabezón. Repasémoslos.
Alejandro Lázaro por Balada triste de trompeta |
El nombre de Alejandro Lázaro está relacionado con el del director Álex de la Iglesia desde el 2000, cuando montó La comunidad; a partir de entonces ha trabajado en todos los proyectos del bilbaíno, y recibió un Goya hace tres años por Los crímenes de Oxford. Suyos son también el montaje de títulos como Tensión sexual no resuelta, Hotel Tívoli o la miniserie televisiva La princesa de Éboli (con lo que demuestra lo ecléctico que puede ser). A una película tan loca y caótica como Balada triste de trompeta le corresponde un montaje acorde, con ritmo y espectacularidad y que engarza a la perfección las poderosas imágenes de Kiko de la Rica con el material de archivo, que ancla el triángulo amoroso de los dos payasos y la trapecista en la turbulenta época que les toca vivir. Un trabajo impecable que, de ganar, sería a todas luces merecido. |
Stephen Mirrione por Biutiful |
Puede que el currículum de este californiano asuste a sus competidores: montador habitual de directores como Soderbergh, Clooney o el propio Iñárritu, tiene un Oscar por su labor en Traffic hace ya una década y fue nominado de nuevo por Babel. El resto de sus trabajos incluyen la excelente Buenas noches y buena suerte, 21 gramos o la trilogía de Ocean’s Eleven. Su aportación a Biutiful es, en cambio, discreta. El guión de Iñárritu, despojado de las vueltas narrativas que aportaba la pluma de Guillermo Arriaga en sus anteriores películas, no permite florituras y la labor de Mirrione, aunque funcional y con oficio, no aporta nada especial a la historia. La recepción desigual obtenida por la película tampoco ayuda a que apostemos por ella, por lo que no creemos que resulte vencedora. |
Rodrigo Cortés por Buried (Enterrado) |
El director Rodrigo Cortés, enésima esperanza blanca del cine español, es un Juan Palomo de la vida que, como los Coen, por poner un ejemplo, es montador de todas las películas que dirige (y de algunos cortos de sus colegas). Con su segunda película, la desasosegante Buried (Enterrado), tras la curiosa Concursante (que le valió una nominación al Goya a la mejor canción, compuesta con Víctor Reyes), se ha ganado el respeto de la industria y la notoriedad en el mercado internacional. Y no es para menos. El punto de partida de Buried es tan suicida que sólo podía tener éxito con un montaje estudiadísimo, en el que cada plano, cada giro, cada necesidad de espacio se aprecia medido al milímetro. Y sin perder un ápice de ritmo y tensión. Para quitarse el sombrero. |
Ángel Hernández Zoido por También la lluvia |
Posiblemente el rival más débil de los cuatro candidatos. Hernández Zoido, ganador de un Goya por La caja 507, es montador habitual de Nacho García Velilla (Fuera de carta) o Javier Rebollo (La mujer sin piano). Icíar Bollaín ha contado igualmente con él para todas sus películas desde Hola, ¿estás sola? (fue nominado por Te doy mis ojos), por lo que era lógico que le llamase para trabajar en También la lluvia. El gran handicap de esta nominación puede que no sea del todo culpa suya, y es que se percibe claramente mientras se ve la película que gran parte del metraje se quedó, precisamente, en la sala de montaje, sobre todo en su atropellada parte final. Aunque quizá la película que hemos terminado viendo sea realmente la que nos quería contar Bollaín, no podemos evitar una sensación de ligero vacío y de falta de ritmo en conjunto. De todas formas, las escenas del rodaje de la película y de las manifestaciones callejeras son excelentes. Pero nos tememos que insuficientes. |
Ganará: Balada triste de trompeta
Debería ganar: Buried (Enterrado)
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