Desde luego, no se puede decir que este año la categoría de diseño de vestuario carezca de interés. Dos pesos pesados de la industria (Colleen Atwood y la tristemente fallecida Eiko Ishioka) enfrentan sus visiones personales del cuento de Blancanieves, mientras el español Paco Delgado entra en Hollywood por la puerta grande gracias a Los miserables y Jacqueline Durran firma para Anna Karenina un vestuario enormemente creativo que la posiciona como una de las favoritas para llevarse el premio. La fantasía y la interpretación estilizada del pasado marcan este año la tónica general, a la que sólo escapa el impecable trabajo historicista de Joanna Johnson para Lincoln.
Jacqueline Durran por Anna Karenina |
Fiel colaboradora de Joe Wright, Jacqueline Durran obtiene este año su tercera candidatura al Oscar (las anteriores fueron por Orgullo y prejuicio y por Expiación) gracias a su estupendo trabajo para Anna Karenina, una preciosista adaptación de Tolstoi en la que la estilización, más que la fidelidad histórica, es la tónica dominante. También en el vestuario; en lugar de recrear la indumentaria de la Rusia Imperial al pie de la letra, Durran ha llevado a cabo una personalísima interpretación de la época. En una película que pivota alrededor de la figura de Anna Karenina, su trabajo brilla especialmente en el amplísimo guardarropa de la protagonista, que mantiene las siluetas de la época pero las despoja de adornos hasta llegar a un resultado que recuerda plenamente a la alta costura de los años cincuenta. La misma sensibilidad, algo anacrónica pero enormemente sugerente, justifica otra de las elecciones más mediáticas de Durran: todas las joyas que luce la protagonista son piezas auténticas de Chanel, tanto del archivo como de las colecciones actuales. El objetivo es producir una impresión de suntuosidad, riqueza y elegancia que enmarca el conflicto íntimo de Anna Karenina, y el resultado final es exquisito, imaginativo y repleto de detalles tan exuberantes como las pieles, los velos y los excéntricos tocados que luce el personaje interpretado por Keira Knightley. ¿Es un trabajo académico? Posiblemente no. Pero, sin duda es una de las creaciones más personales y coherentes de la temporada. Por eso es uno de los favoritos para llevarse el premio. |
Paco Delgado por Los miserables |
El nominado español en los Oscar este año pertenece, por una vez, al improbable ámbito del vestuario cinematográfico, y se trata del diseñador Paco Delgado, que parece haber hecho su entrada definitiva en la industria de Hollywood gracias a su espléndido y enormemente complejo trabajo para Los miserables de Tom Hooper. Por supuesto, lo primero que llama la atención es la enorme dificultad y magnitud de diseñar el vestuario para una producción de estas dimensiones, que lleva a cabo con solvencia. Pero también vale la pena prestar atención a su tratamiento de los colores, al realismo con que recrea manchas, jirones, suciedad y también al claro simbolismo que subyace a su empleo de los colores de la bandera francesa. Ya la primera escena, con un Javert (Russell Crowe) envuelto en un abrigo azul (el color del ejército monárquico, la cara más visible de la represión) anuncia la clave simbólica que va a dominar la película, que en ocasiones parece extraída de una pintura de Delacroix. Delgado sabe aportar la teatralidad justa para una producción expresionista como Los miserables y, al mismo tiempo, conserva el contacto con la Historia para crear indumentarias bien documentadas. Un trabajo impecable y una de las cumbres indiscutibles de su carrera. |
Joanna Johnston por Lincoln |
Joanna Johnston obtiene este año su primera nominación al Oscar, aunque desde hace tiempo es responsable del vestuario de varias películas de Spielberg (Salvar al Soldado Ryan, Munich, War horse). Su ocasión le ha llegado con Lincoln, una sobria película histórica ambientada con equilibrio y realismo. Comentaba un analista de vestuario cinematográfico que el mayor cumplido que le podía hacer a Johnson era decir que su trabajo pasa desapercibido. Y es totalmente cierto. Hay ocasiones en que el vestuario tiene que llamar la atención, pero hay otros casos en que tiene que mimetizarse con la película sin estridencias para dejar paso a la narración. Así sucede, efectivamente, en Lincoln, una creación indumentaria impecable desde el punto de vista documental, que salva los puntos más complejos (el predominio del negro en el atuendo de la época) gracias a un sutil empleo de texturas, detalles y tonalidades. El vestuario del protagonista llama la atención por el enorme detallismo con que ha sido recreado, pero también por la pátina de realismo que ha llevado a Johnson a emplear prendas gastadas que reflejen las costumbres de la época y no resulten acartonadas. Lo mismo puede decirse del vestuario femenino, una acertada recreación de la época dorada de la crinolina y de los colores habituales en la época. Posiblemente no cuenta con grandes posibilidades de arrebatar el premio a producciones tan creativas como las que compiten este año, pero no cabe duda de que Lincoln es un ejemplo de cómo un vestuario sobrio y realista puede ser un ejercicio de absoluta profesionalidad. |
Eiko Ishioka por Blancanieves (Mirror, Mirror) |
Hablar de Eiko Ishioka es hablar de la que ha sido la diseñadora de vestuario más prodigiosa de las últimas décadas, autora de un trabajo tan absolutamente icónico como fue Dracula de Bram Stoker de Coppola, que le valió el Oscar en 1993 y que hoy en día sigue siendo un auténtico hito. Dotada de una extraordinaria creatividad, Ishioka se prodigó poco y, en las últimas décadas, firmó apenas un puñado de excelentes trabajos para películas en ocasiones tan irregulares como Teresa, el cuerpo de Cristo (sí, Paz Vega) o La celda (sí, Jennifer Lopez). Falleció tristemente a principios del año pasado, poco después de ultimar el que ha resultado ser su último trabajo, una personal recreación del cuento clásico de Blancanieves repleta de fantasía y de hallazgos visuales. Cuentan las crónicas de rodaje que Ishioka concluyó este proyecto con un enorme esfuerzo, en medio de sus sesiones de quimioterapia. Sin embargo, el trabajo que vemos en la pantalla es el de una creadora en pleno dominio de sus facultades, que se enfrenta al género fantástico sin las ataduras del historicismo y transita sin esfuerzo desde el colorido rococó que viste la Blancanieves adolescente hasta la suntuosidad (y la exageración) de los vestidos de la Reina interpretada por Julia Roberts. Hay sitio también para volúmenes que recuerdan al mejor Balenciaga (la prodigiosa capa amarilla que Blancanieves lleva en el bosque), para extravagantes tocados navales, para el origami y los plisados que revelan los orígenes nipones de Ishioka, y también para el vestido haute couture del baile de gala de Blancanieves, un vestido de cisne que, paradójicamente, ha terminado siendo el canto del cisne de una creadora única y excepcional en el ámbito del vestuario escénico. |
Colleen Atwood por Blancanieves y la leyenda del cazador |
La más veterana y la más premiada de los diseñadores de vestuario que compiten este año es, sin duda, Colleen Atwood, toda una institución en el sector que obtiene este año su décima nominación para un premio, el Oscar, que ya ha ganado en tres ocasiones gracias a Chicago (2003), Memorias de una Geisha (2006) y Alicia en el País de las Maravillas (2011). Atwood posee las dosis exactas de creatividad y rigor necesarias para vestir grandes películas, y lo demuestra una vez más en Blancanieves y la leyenda del cazador, una cinta que, cosa insólita en los Oscar, se enfrenta en esta categoría a otra película con idéntico tema. Si lo comparamos con el exuberante trabajo de Ishioka, el de Atwood es más clásico en lo cromático, menos esteticista y, al mismo tiempo, muy espectacular, tremendamente apropiado para una película como ésta. Sus hitos son claramente dos, y ninguno de ellos, de manera paradójica, es el vestuario de la protagonista. El primero son sus impresionantes armaduras, de inspiración medieval pero con reminiscencias orientales y fantásticas. El segundo, y más llamativo, es la caracterización del personaje de la Reina (en este caso Charlize Theron), cuyo vestuario refleja su evolución interior. El primer vestido, blanco y dorado, con un espectacular escote elaborado a base de papel encerado, da paso a diseños más oscuros, llenos de referencias animales. Hay una fastuosa capa de plumas oscuras, pero también minúsculos cráneos de aves empleados como pedrería, y vestidos que recuerdan a los reptiles o a los insectos (de hecho, uno de los corpiños que luce Theron lleva engastados cientos de caparazones se escarabajo). El vestuario de la Reina, cada vez más oscuro y gótico, permite entender por qué Atwood citaba recientemente a Alexander McQueen y a John Galliano como dos de sus principales influencias, y también por qué Colleen Atwood es, desde hace años, la diseñadora de vestuario más prestigiosa y respetada de Hollywood. |
Ganará: Jacqueline Durran por Anna Karenina
Debería ganar: Jacqueline Durran por Anna Karenina