'Cosmopolis' supera a 'Holy Motors' en incomprensible

‘Cosmopolis’ supera a ‘Holy Motors’ en incomprensible

'Cosmopolis' supera a 'Holy Motors' en incomprensible

En Sitges, el nombre de David Cronenberg es mucho. Algo así como mencionar a Jose Luis Garci en un geriátrico del barrio de Salamanca: se le trata con admiración, veneración, y respesto. De ahí la expectación ante su nueva película, Cosmopolis, ya presentada en Cannes, y que cuenta un día en la vida de un joven billonario de Wall Street (Robert Pattinson), una jornada que se pasa casi en su totalidad en una limunisa por las calles de Nueva York. Por el camino, irá encontrándose con diferentes personajes de forma bastante episódica.

Sí, es como Holy Motors. Aparentemente hay un subgénero de gente paseando en limusina por grandes ciudades mientras les pasan cosas que no entendemos. Y está al alza: Ya son dos muestras de ello en el mismo festival. Yo creo que con una hubiera bastado.

Y es que Cosmopolis consigue batir a Holy Motors en su propia juego: es mucho más incomprensible. Y no era fácil. Adaptación de una novela de Don DeLillo, está llena de personajes de los que no conocemos nada diciendo cosas que no entendemos en absoluto. Al menos yo. El diálogo es recargado y a veces se trata más de un monólogo a dúo que de una conversación real. No hay una historia, solo una serie de viñetas que en conjunto apenas tienen hilazón pero que por separado son ininteligibles.

Nuestro protagonista y todos los que le rodean hablan del capitalismo, el dinero, el sexo y otros temas la mar de interesantes, y a base de conversaciones crípticas a una velocidad considerable consiguen que no te interesen en absoluto. Por no hablar de que sus acciones resultan extrañas, cuando no surrealistas.

Entiendo que es una alegoría, que no busca el realismo. Y aparentemente, es una adaptación fiel de la obra literaria. Quizás ese es el problema: Una versión literal de algo que no parece nada cinematográfico. Da la impresión de que más que el guión, el director les ha pasado directamente a los actores las páginas del libro, y eso explicaría la cara de susto que tienen en algunos momentos, incluso gente tan estupenda como Juliette Binoche o Paul Giamatti. Me temo que ellos tampoco entienden lo que sale de sus bocas.

A veces hasta yo puedo estar absorto por un film que no pillo en absoluto… si me fascina. Pero es difícil sentirse fascinado cuando tu personaje protagonista es casi el más críptico y menos interesante de todos, cuando visualmente te pasas la mitad de la película encerrado en un coche (y con un croma a veces evidente) y cuando ni siquiera entiendes de que se está hablando. Sinceramente, me gustaba más el Cronenberg de Sitges: el de de los niños rabiosos, los experimentos fallidos y las cabezas que explotan. 

'Cosmopolis' supera a 'Holy Motors' en incomprensibleMano a mano psicológico

Después del buen rollo que Jennifer Lynch desprendió como protagonista del documental Despite the Gods, uno tenía muchas ganas de que le fuera bien a su película como directora en el festival, Chained. Trata sobre un niño (Evan Bird) secuestrado junto a su madre por un psicópata (Vincent D’Onofrio). El asesino pronto dispone de la mujer, pero  decide quedarse con el crío, que a partir de ese momento se convertirá en su esclavo: Le hará las tareas de la casa, incluída la limpieza de todos los (muchos) asesinatos de mujeres que comete. A lo largo de los años se irá creando entre ellos una perversa relación paterno-filial.

Chained es pues, un mano a mano psicológico entre captor y preso, y ahí radica su primer problema: la relación no acaba de estar bien contada. Los personajes (sobre todo el del joven inocente) reaccionan de una forma aleatoria a lo largo de los años. No entendemos porque Rabbit (así le llama el psicopata) se pliega tan pronto a las órdenes del asesino si no vemos ninguna de las supuestas represalias de las que se habla, porque no intenta escapar más, si siente rabia, agradecimiento o algo de cariño hacia ese hombre, porque hace lo que hace. Podía haber sido un retrato impactante de la perversión de la inocencia, del síndrome de Estocolmo, o de la lucha por la supervivencia, pero no es ninguna de esas cosas. Francamente, no sé lo que se quiere decir, y no estoy seguro de que la película lo sepa tampoco.

Para rematar la faena, Chained sufre de un mal del cine fantástico reciente (en mi opinión) y que hasta ahora no había aparecido en mis películas del Festival: el giro final. Mal entendido, claro: El que sale de ninguna parte y no aporta nada. El giro por el giro, vamos. O sea, que es una pena, pero no parece que Chained vaya a ser la película que le haga a Jennifer Lynch olvidarse del desastre de su película hindú. Aunque sí podría servir para que un sensacional Vicent D’Onofrio, hablando con impedimento en la dicción  y sin sobreactuar un solo segundo pese a interpretar a un asesino en serie, se llevara aquí el premio al mejor actor. 

'Cosmopolis' supera a 'Holy Motors' en incomprensibleUn attention whore

Debo decir que nunca llegué a ver aquel vídeo del chico en Youtube gritando histérico, pidiendo a la gente que dejara a Britney Spears en paz. Fue un tremendo éxito viral, pero servidor sintió un poco de vergüenza ajena preventiva y no dio al Play. Aunque si no quería caldo, ahora me ha tocado tragarme dos tazas de su protagonista, Chris Crocker, y el documental que cuenta su obra y milagros, Me @ the Zoo.

 En realidad la película intenta, en teoría, hablar del fenómeno de las estrellas de Internet, de lo que ha cambiado la comunicación desde que un chaval de Tenesee puede hacer un vídeo en su casa y ser visto por 45 millones de personas. Pero en realidad, el 90% del metraje es Chris Crocker, su historia contada de forma lineal. Y si Despite the Gods ganaba mucho por el carisma y la simpatía de su protagonista, a Me @ the Zoo (el título del primer video publicado en Youtube) le pasa lo justo lo contrario. 

 Porque a pesar de su infancia difícil y de lo desmesurado de muchos de los ataques que ha recibido y recibe Chris, él sigue resultando una personalidad un tanto cargante. No se me ocurre mejor forma de definirle que una expresión anglosajona: Crocker es un attention whore (él está de acuerdo), un exhibicionista dispuesto a lo que sea con tal de conseguir la atención de los demás. Es el niño que empieza a tirar platos al otro lado de la cocina para que su padre le coja en brazos o la abuela que se desmaya en la cena de navidad para que le hagan algo de caso… 24 horas al día. Su ascenso y caída (amortiguada: ahora da la impresión de ser una persona más equilibrada) está documentada al detalle (Lo graba todo: da la impresión de que sin la cámara, si nadie que le mire, nada tiene sentido) y es interesante, pero se queda en eso: una narración entretenida de la vida de una persona que en el mundo real, fuera de Internet, no me gustaría tener como amigo. 

'Cosmopolis' supera a 'Holy Motors' en incomprensibleUna película sin acción

Sound of My Voice es otra de las películas indies traídas de Sundance que se proyectan este año en Sitges, como Safety not guaranteed. Y como ésta, es un film pequeño y de bajísimo presupuesto que funciona bien en sus propios términos, aunque ahí se acaban las comparaciones.

Porque Sound of My Voice habla de Peter (Christopher Denham) y Lorna (Nicole Vicius), aspirantes a periodistas que buscan la historia de sus vidas. Y para conseguirla, deciden infiltrarse en la secta comandada por Maggie (Brit Marling, también co-guionista y co-productora, como en Another Earth), que dice venir del año 2054 con un mensaje de salvación para aquellos que le sigan. 

El ambiente es opresor: para llegar hasta ella hay que viajar con los ojos cerrados a un lugar desconocido del que Maggie, supuestamente enferma por la polución actual, no sale jamás. Peter y Lorna creen que todo son patrañas, por supuesto… pero poco a poco, su seguridad se irá resquebrajando. No solo en la creencia de que Maggie miente, sino también en su relación de pareja.

No hay acción en Sound of My Voice: es una película de gente hablando en cuartos sin ventanas. Como ocurre en Chained, el único arma de los cineastas es la psicología de los personajes, pero aquí sí funciona: son tipos complejos pero aún así entendemos lo que están pensando, por qué hacen lo que hacen. Y por eso seguimos todo lo que hacen con interés… hasta que la película acaba. 

Lo hace de forma abrupta, y dejándonos con la sensación (al menos a mí) de que se han comido el último tercio de la historia, de que parte de lo que se ha quedado fuera es lo que daba sentido a lo anterior. De que no se acaba de rematar la faena. Pero eso no quita para que el llegar hasta ese punto haya sido un gusto.