Gracia Querejeta: «Mi padre me enseñó a soltar las cosas cuanto antes»

«No queremos que se acabe el cine. Siempre nos hemos sentido unos privilegiados por poder trabajar en esto y ahora empezamos a sentirnos unos pobres desgraciados». Gracia Querejeta (Madrid, 1962) es una luchadora nata. En los últimos años ha sabido cambiar la televisión por el cine y vuelta. En ese regreso ha rodado 15 años y un día, que acaba de presentar en Festival del Málaga.

La película, que se estrena en las salas el 14 de junio, cuenta la historia de un adolescente rebelde al que su madre (Maribel Verdú) manda a vivir con su abuelo (Tito Valverde), un ex militar mohíno. «He hecho la película lo mejor que he sabido, con la mayor honestidad. Ahora lo que puedo hacer al salir de aquí es irme a la catedral a encomendarme a la virgen», bromea.

Pregunta: ¿Tienes buenas sensaciones con la película que has hecho?
Respuesta:
Sí, y al mismo tiempo ya estoy en lo siguiente. El cine es un proceso tan largo que te tiras un montón de meses colocando, poniendo, haciendo y luego llega un momento en el que tienes que soltar las películas. Ya hace tiempo que aprendí a soltarlas. Cuanto antes, mejor.

P: Y esta la presentas hoy, pero ya la has soltado.
R:
De alguna manera sí. Ahora la película ya es del público. Ya no puedo hacer mucho más que promocionarla, pero desde lo creativo la película está totalmente terminada, no tiene vuelta atrás. Lo aprendí con mi primera peli. Sufrí mucho soltándola, me costó mucho encontrar otra historia… Y mi padre me enseñó que hay que soltar las cosas cuanto antes y empezar a pensar qué es lo siguiente que quieres contar.

P: La película tiene varias líneas argumentales, pero para ti cuál sería su chasis?
R:
Es un choque de trenes de un adolescente díscolo insensato y un abuelo exmilitar frustrado. Si nos extendemos un poco más, es la historia de una familia desestructurada, triste por dentro -aunque quizá no en apariencia-, que de pronto empieza a recolocarse. Cada miembro empieza a encontrar otro lado de sí mismo a partir de las barbaridades que un adolescente es capaz de hacer.

P: Este adolescente empieza siendo un pequeño demonio pero logra evolucionar y cambiar.
R:
¿Cómo no va a cambiar? Cuando estás al borde de la muerte, cambia hasta el tato. Cambia el adolescente, el hombre maduro, el niño… cualquiera a no ser que seas un tarugo. Este niño vive en un clima bastante especial, económicamente saneado, pero tiene como referente una madre psicológicamente muy frágil y él percibe de alguna manera que la tiene que proteger. No justifico las cosas que hace, ni mucho menos, pero digo que el niño tiene un motivo. Un motivo equivocado, desde luego, pero tiene un motivo.

P: Después de Héctor, esta es tu segunda película sobre un adolescente. ¿Qué te interesa tanto de ellos?
R:
Son una caja de sorpresas. Es una edad en la que rascas o te quedas sin saber nada. En general, los padres intentamos rascar, pero también estamos viviendo una época ahora mismo tan aboslutamente dura que ya no hay tiempo ni de rascar. Los adolescentes absorben todo lo que ven a su alrededor. En una familia con no sé cuantos parados en la que no se sabe lo que van a poner al día siguiente de comer, maman esa situación y se conflictuan muchísimo más. Ahora mismo si las relaciones entre padres e hijos adolescentes siempre han tendido a ser más o menos complejas, creo que en este momento probablemente son peores que nunca.

P: ¿Y tú cómo fuiste de adolescente?
R:
Yo fui más a los 18, 19… Bueno, tuve un año muy malo a los 13, horripilante, pero creo que no he sido muy rebelde…

P: En este sentido, llama la atención el título, 15 años y un día, que es como una condena.
R:
Sí, absolutamtente. La condena del adolescente con el que vives en tu casa [señalando a su hijo, que pasa por allí]. La película está escrita cuando él tenía 14 años, osea que con 18 la cosa ya está superada.

P: Has aprendido de tu hijo para escribir los diálogos de los adolescentes?
R:
Sí, algunas cosas sí. No le he consultado, he escuchado y reproducido algunas cosas.

P: Hablando de hijos, la película está dedicada a tu padre.
R:
Porque es la primera película que hago sin que sea una producción Elías Querejata. Siempre pensé en dedicársela, aunque hubiera sido una comedia romántica rodada en Nueva York se la hubiera dedicado igual. No tiene nada que ver ni con el tema ni con las circunstancias actuales.

P: ¿Cuál es su legado cinematográfico sobre ti?
R:
Enorme. Siempre se ha pensado que los directores que hemos trabajado con Elías hemos sido un poco unos niños mimados porque teníamos más semanas para rodar y porque es un productor a la americana, un productor autor. Y me he dado cuenta trabajando ahora tres años en la tele que su legado me ha servido para ser mucho más versátil de lo que creía, mucho más eficaz y rápida.

P: ¿Y no tienes la sensación de que históricamente en el cine español han faltado más figuras como la de tu padre, es decir más productores a la americana?
R:
Se han ido yendo todos, desgraciadamente. Productores que no eran el enemigo del director, que le está contando las pesetas que está gastando… Productores como Megino, o como Emiliano Piedra. Ojalá alguien retome esa escuela en el futuro. Bueno, eran épocas diferentes, pero es verdad que desde luego Elías tenía voluntad de hacer las películas que quería hacer, y de trabajar con los directores con los que quería trabajar, y no te soltaba. Acababa una película y te decía: «¿Y ahora qué hacemos, qué es lo siguiente?». Hoy en día puedes hacer una película con Gerardo Herrero, mañana con Enrique Cerezo y pasado con Perico de los palotes.

P: ¿Y tú como directora, cómo ves tu carrera en este momento?
R:
Uf, incierta. Cuando hace cuatro años esta película no se pudo montar, que era una película más grande de lo que estais viendo ahora, driblé a la tele. Tuve suerte porque creo que cogí el último vagón, porque luego hay mucha gente que lo ha intentado y ya no ha podido porque empezaba a estar copada. También he sido muy feliz este tiempo, aunque fue un choque duro. Las condiciones no tienen nada que ver con las del cine: en la tele ruedas 8 minutos en 8 horas, y en cine tú no ruedas 8 minutos ni de guasa. Somos luchadores. O tienes capacidad de adaptarte a lo que hay o te quedas en tu casa. No estoy defendiendo las malas condiciones de trabajo, pero hay lo que hay. O tiras con eso o te quedas en tu casa. Y yo en mi casa no me quiero quedar.