Isabel Coixet inaugura Málaga con una alegoría manierista

El Festival de Málaga ha decidido inaugurar la sección oficial de esta edición con una declaración de intenciones: la proyección de Ayer no termina nunca, la nueva película de Isabel Coixet. La denodada vocación de cine de autor de esta cinta quizá aspire a cambiar la imagen de un certamen hasta ahora marcado por la comedia y las producciones de menor tamaño y ambición.

El film de Coixet, que ya se exhibió en la pasada Berlinale, es una alegoría retrofuturista que imagina cómo será España en un futuro cercano, 2017, un país post recortes y desolado, para el que no cabe esperanza alguna. Las pocas imágenes de exteriores que ofrece la realizadora son de un pesimismo desolador, en el que la única alternativa al paro es la prostitución y la única forma de subsistir es rebuscar en la basura.

Pero extrañamente la narración va por otro lado: el encuentro de una ex pareja (Javier Cámara y Candela Peña) para firmar los papeles del divorcio. Han quedado en un insospechado y severo espacio de hormigón donde deben encontrarse con un funcionario que nunca llega. La referencia a Esperando a Godot es obvia pero también a los lugares y las almas desoladas del teatro de Pinter.

Y no hay mucho más: la hora y media de película restante es un a eterna y pretendidamente intensa conversación entre ambos a lo largo de la cual se suceden parlamentos presuntamente profundos y pretendidamente poéticos que en realidad sólo resultan pretenciosos. Todo ello filmado con un gusto exquisito, un olfato envidiable para la belleza de cada plano y una cierta tendencia al manierismo escultórico sin que tenga necesariamente que ver con lo que ocurre en el momento. Dicho de otra forma: puro postureo.

¿Cómo se introduce el tema de la crisis en este planteamiento? Pues con mucha dificultad. La literalidad del mensaje reivindicativo rompe bruscamente la propuesta metafórica de la cinta. El personaje de Candela Peña se ve obligado a saltar de reflexiones sobre el amor y la muerte a comentarios sobre los recortes en Sanidad -tal y como hizo ella misma en los pasados Goya- o las consecuencias de Eurovegas.

Si Isabel Coixet quería rodar una película sobre la crisis -tal y como ella misma había manifestado públicamente en varias ocasiones- hubiera sido más lógico ponerse manos a la obra desde cero y no partiendo de un guión que transita por territorios muy alejados de lo palpable.