‘Entre dos aguas’: Lazos rotos y zurcidos en la bahía de Cádiz

'Entre dos aguas'
Drama social
Una mirada inteligente a los olvidados, en la que se mezcla realidad y ficción en una película valiosa pero de excesiva duración
4
Cautivadora

Al igual que La leyenda del tiempo, Entre dos aguas no es documental, pero tampoco es ficción. La película, centrada en los hermanos Israel y Cheíto 12 años después de aquella, vuelve a adentrarse en ese género híbrido que tan bien se le da a Isaki Lacuesta para hablarnos de las frustraciones y la dificultad de retomar las relaciones familiares en contraposición con lo fácil que es retomar viejas costumbres después de que la vida se haya visto interrumpida durante un tiempo prolongado.

Tomando como punto de partida la salida de la cárcel de Isra y la vuelta de una misión del ejército de Cheíto, cuenta la dificultad de ambos hermanos para tener una relación adulta y los problemas del primero para salir de una vida dedicada a la delincuencia para recuperar a su familia y darles a sus hijas el futuro que él no pudo tener.

Sin juzgar pero con mucho cariño hacia los protagonistas, con un sentido incluso lírico y contemplativo, Lacuesta e Isa Campos dejan que los protagonistas, sobre todo Isra, hablen, se expliquen, rían y se peleen, sigue sus devaneos, sus intentos frustrados de conseguir un trabajo digno, su búsqueda de un sentido y una verdad, su bloqueo vital, su soledad y sus anhelos, sin perder de vista el pasado y la muerte del padre que tanto marcó su infancia.

Es la de Entre dos aguas una mirada inteligente y valiosa sobre esa realidad que se vive en muchos barrios de la geografía española, y no solo en la Casería de San Fernando. Lugares en los que parece que el tiempo se vive de manera diferente, donde se combate la desesperanza viviendo al día, a lo que sale, y de los que es difícil escapar, donde la igualdad de oportunidades se sustituye por un sálvese quien pueda, donde las relaciones humanas se miden según la utilidad y el rencor y la sed de venganza se usan de excusa para no cambiar.