El donostiarra Mikel Gurrea culmina una notable carrera como cortometrajista con Suro, su primer largometraje, que ha entrado directo a la competición por la Concha de Oro en San Sebastián. Debe consignarse desde el principio que la película reúne méritos más que suficientes para estar aquí.
Una pareja joven (los muy sobresalientes Vicky Luengo y Pol López) decide dejar la urbe (entendemos que Barcelona) y trasladarse al campo, a una masía casi ruinosa, y ocuparse de la explotación de los alcornoques, es decir, del corcho (suro, en catalán). Comparte, por tanto, terreno con As bestas, la película de Rodrigo Sorogoyen, que se estrenó en el pasado Festival de Cannes y que también hemos podido ver en este. Y las dos se fijan en las fricciones que el siglo XXI está produciendo más allá de los límites de la ciudad.
Pero si Sorogoyen compone una ruralidad aislada de la contemporaneidad, Gurrea retrata un campo que está en contacto con lo urbano y, pese a ello, se rige por otras normas. Y ahí está el conflicto: ella, que ha heredado la propiedad, lo sabe y se amolda; él, que aspira a ser uno más de su nueva comunidad, se empeña en aplicar los criterios del urbanita. La tensión está pues servida, entre ellos y con sus vecinos.
Gurrea, además, encuentra en los incendios una forma hermosa y sencilla de explicarse: cualquier cosa puede hacer saltar una chispa, no importa lo inocente e, incluso, loable que sea el gesto. Y por ello, hay que estar permanentemente preparados para apagarlo.
Es un debut muy ambicioso que llega a puerto. Poca broma.