La línea final de meta parece que tiene una gran favorita, la ganadora del Emmy de la edición anterior, Mad Men. Esta serie ambientada en el sordido y elegante mundo de las agencias de publicidad de los años sesenta tiene seis rivales con caché. El fenómeno crítico Breaking Bad, la palomitera Perdidos o la incisiva Damages (Daños y perjuicios) están preparadas por si la Academia decide dar la sorpresa.
Mejor serie – drama
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Big Love, de HBO.
La sorpresa de las nominaciones es sin duda esta serie que estaba fuera de todos los radares. Un excelente reconocimiento que curiosamente sólo se ha manifestado en una nominación, la más importante, la de mejor serie. Ésta cuenta la vida de Bill Henrickson (Bill Paxton), un hombre polígamo que tiene que lidiar con los conflictos de compartir su tiempo con tres mujeres y los respectivos hijos. Todas viven en casas contiguas de forma que de cara al exterior sólo su matrimonio con Barbra Henrickson es el nominal. La serie ha estado nominada a los Globos de Oro a la mejor serie y al mejor actor en sus dos últimas ediciones. En los Emmy, Rodrigo García, director de Mother and child, estuvo nominado a la dirección, así como al mejor casting y la actriz invitada (Ellen Burstyn). En su tercera temporada, la nominación aparece como un justísimo reconocimiento para una de las mejores series de América pero su nulo éxito en el resto de las categorías la deja muy lejos de la victoria.
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Breaking Bad, de AMC.
El año pasado, en su primera y tímida temporada, lo gró rascar por sorpresa un ramillete de nominaciones y dos Emmys: mejor montaje y mejor actor, una inesperada estatuilla para Bryan Cranston, el eterno secundario de Malcolm. Este año la serie viene pegando fuerte con varias candidaturas, entre ellas, al mejor actor (Cranston), actor de reparto (Aaron Paul) y, por supuesto, mejor serie dramática. Walter White, un profesor de química de secundaria, tras serle diagnosticado un cancer terminal decide instalar un laboratorio ilegal de metanfetamina junto a un antiguo estudiante (Paul) para sacar adelante a su familia. Pese a ser un éxito rotundo de crítica, ésta Weeds dramática no parece ser el vehículo televisivo que pueda contentar a todo el mundo.
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Damages (Daños y perjuicios), de FX.
Patty Hughes, interpretada descarnadamente por la maravillosa Glenn Close, es una reputada, temida y turbulenta abogada que se enfrenta a difíciles casos de intriga y corrupción. Junto a ella, su inseparable aprendiz, Ellen Parsons (Rose Byrne), quien esconde una sediente venganza contra Patty. Su fascinante desarrollo, con un caso por temporada, un guión inteligentísimo y una dirección eficaz, Damages tiene caché suficiente para enganchar a la audiencia y a los académicos. También ayuda tener el mejor reparto de una serie en televisión. En su primera temporada, además de colarse ya en la mejor serie, Glenn Close como mejor actriz y Zeljko Ivanek (merecidísimo Emmy) como mejor actor de reparto ya ganaron los laureles para la serie. En esta segunda temporada, Damages puede hacer un merecido triplete: mejor actriz (Close), mejor actriz de reparto (Byrne) y mejor actor de reparto (William Hurt). Y puede que ahí se quede para esta impresionante serie con un certero ritmo cinematográfico llena de giros de guión rocambolescos y fantásticos.
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Dexter, de HBO.
En su cuarta temporada ya (aunque nominada por la tercera) y pese las primeras reticencias de la Academia, Dexter se ha instalado como una de las habituales dentro de las finalistas. La vida de Dexter, forense de profesión, asesino en serie en su vida privada, fascina a sus fans por su entretenido desarrollo y su original propuesta. Con una fuerte interpretación de Michael C. Hall (cuyo Emmy no acaba de llegar) la serie ha perdido mucho fuelle. Su protagonista, un personaje con el que es muy difícil empatizar por su frialdad, ha hecho que los guionistas hayan introducido cierta sensibilidad en su personalidad lo que ha desvirtuado la credibilidad de su historia. No tiene ninguna oportunidad de ganar.
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House, de Fox.
¿Hay alguien que no haya visto nunca esta serie? House o las apatías de un chiflado médico sin bata que maltrata a sus pacientes sigue cautivando a la Academia con sus extraños casos de enfermedades raras. Probablemente éstos no ven el repetitivo ritmo de cada uno de los capítulos que hace que si te pierdes uno (o varios) no pase absolutamente nada. Una serie sin muchas ambiciones que no logra cosechar el Emmy para Hugh Laurie pese a sus dos Globos de Oro y el exitazo personal. Obviamente, no tiene ninguna oportunidad de ganar, es otra nominación de relleno.
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Mad Men, de AMC.
La serie de moda entre la crítica es la ganadora del año pasado y posible repetidora de mención. Mad men vuelve loca a la crítica con su elegancia y estilo. La serie ambientada en el mundo de las agencias de publicidad de los años sesenta esconde un guión lleno de sutilezas no apto para todos los públicos. Su ritmo se paladea como una copa de coñac o un cigarrillo, un ejercicio de estilo con unas precisas interpretaciones de todo el reparto que no logra atrapar a la totalidad de la audiencia americana. Su victoria es muy probable aunque cabe espacio para la sorpresa.
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Perdidos, de ABC.
La serie que ha revolucionado la televisión con su combinación de drama, intriga y ciencia ficción tiene pegados a la pantalla a millones de espectadores en todo el mundo. La Academia de televisión le otorgó el Emmy a la mejor serie en su primera temporada, un apresurado reconocimiento que no ha mantenido la tónica de premios. Obviada en su segunda y tercera temporada, la cuarta y ahora la quinta han sido distinguidas de nuevo con el grado de finalistas. Con un alto grado de resolución de la intriga original, esta quinta temporada incide en aspectos fantásticos de la historia. Su carácter en año mucho más palomitero no parece que vaya a convencer esta vez a los académicos. Sólo Michael Emmerson, el espeluznante Benjamin Lynus, ha aguantado el tipo en las nominaciones.
Quien debería ganar: Big Love