La presión que ejerce la sociedad actual, a los jóvenes y a todos, por que se autodefinan, por que encuentren una identidad, añadida a los temas que van aparejados a las películas de adolescencia, como el aprendizaje vital, la necesidad de encontrar un sitio propio en el mundo, es el motto de este coming of age argentino dirigido por Inés Barrionuevo.
Camila es una joven reivindicativa y sincera que hasta el momento ha vivido sin restricciones en una ciudad pequeña, que ha asistido a una escuela pública y que ha gozado de una adolescencia sin mayores problemas; de repente se ve obligada a trasladarse a la capital Buenos Aires en mitad del curso por la grave enfermedad de su abuela, y su madre la matricula en un colegio católico que supone la negación de todo lo vivido anteriormente. En su nuevo entorno, luchará por hacerse fuerte, encerrada en un ambiente hostil a sus ideas y a su educación feminista, corriendo el riesgo de ser objetivo de los abusones y los crueles, mientras busca cómo liberarse de tabúes e imposiciones y se hace con un grupo de amigos con los que puede expresarse plenamente.
Con un acercamiento naturalista y con la cámara que no abandona a la protagonista, Barrionuevo la acompaña en sus experiencias nuevas, en su manera libre de ver la vida, sin complejos, en su lucha por independizarse de los demás, y también en el descubrimiento de su madre y del sufrimiento y el reconocimiento de una abuela a la que no conoció, pero cuyo legado recoge y reconoce. La acompaña también en la experiencia y en la emoción, en el descubrimiento de sentimientos y sensaciones, desde un punto de vista muy fresco y enérgico, femenino y luchador, desde una pelea contra las restricciones que implican las etiquetas.
Aunque en su exposición a veces roza lo panfletero o lo burdo, conquista la delicadeza, la franqueza y la empatía con la que la directora argentina refleja esa búsqueda sin urgencia de un lugar en el mundo.