Uno de los productos actuales de la cadena estadounidense de pago HBO quizá menos conocido para el gran público es este análisis de la industria de Hollywood llamado Entourage (conocida en España como El séquito), que a la vez sirve como canto a la camaradería masculina tipo anuncio de cerveza y como respuesta testosterónica y angelina al megaéxito de la cadena, Sexo en Nueva York.
Reconozco que me ha costado mucho cogerle el punto a Entourage, a pesar de que un buen amigo llevaba recomendándomela desde hacía mucho tiempo. Lo intenté hará cosa de un par de años, pero tras el quinto capítulo desistí por un motivo muy claro: los personajes me parecían subnormales profundos. Entourage se centra en Vincent Chase (Adrian Grenier, El diablo viste de Prada), un joven neoyorquino recién llegado a Los Ángeles cuya carrera como actor en Hollywood no puede ir mejor. Si hay un nombre al que se pueda aplicar el término «joven promesa» en la industria ahora mismo, es al suyo. Guapo y con talento, se ha traído a su grupo de amigos de Nueva York para que le acompañen en sus periplos por la capital mundial del cine: Eric (Kevin Connolly), su mejor amigo, que hará las veces de manager, Turtle (Jerry Ferrara), chófer y relaciones públicas, y Drama (Kevin Dillon), su hermanastro mayor, también actor pero relegado al mundo de la serie B y la televisión.
Los primeros capítulos de la serie no se esfuerzan por hacer agradables a unos protagonistas que parecen vivir nada más que para ir de fiesta en fiesta, ligar y dilapidar el dinero de Vincent. Turtle y Drama se comportan como auténticos gorrones y Vincent no pasa de ser más que una cara bonita y, aparentemente, sin mucho cerebro. El único personaje interesante es Eric, por su progresión dramática y porque es el único que parece tener un conflicto, un interés: sus dudas acerca de si quiere entrar o no a formar parte de la maquinaria industrial que es Hollywood.
Y en ésas estamos cuando empieza a cobrar importancia ese personaje bombón que es el agente de Vincent, Ari Gold, interpretado por el multipremiado Jeremy Piven. Tras el estreno de la última película del actor, comienzan a lloverle las ofertas. ¿Se decantará por los 4 millones de dólares que le ofrece un estudio… o se animará a participar en un producto indie preseleccionado por Sundance? Mmmmm… esto ya empieza a resultar más interesante como espectador.
A partir de este momento, entre el final de la primera temporada y el principio de la segunda, los casi 30 minutos que dura cada episodio empezaron a pasar volando y todo el arco argumental de la segunda temporada sobre la adaptación al cine del cómic Aquaman a cargo de James Cameron me tuvo en vilo capítulo tras capítulo. Y, sorprendentemente, todas las cosas que me molestaban al principio, los lujos exagerados, la leve misoginia, me empezaban a parecer fallos leves. Incluso me empezaba a ver irremediablemente atraído por ese tren de vida vacío y a la vez estresante que brinda Hollywood a sus habitantes. Porque por cada capítulo en el que no hacen más que mirar mansiones y coches caros o celebrar fiestas con rubias despampanantes, te compensan con apariciones estelares de gente como Aaron Sorkin, Scarlett Johansson, Gus Van Sant o Martin Scorsese haciendo de ellos mismos.
Poco a poco los personajes me empezaron a resultar más entrañables, por obra y gracia de algunas tramas ideadas por los guionistas. A pesar de que siempre he pensado que el verdadero protagonista de la serie es Eric, cada temporada parecía que iba dándole más dimensión a cada uno de los personajes. La segunda parecía centrada en Vincent y sus cuitas amorosas y profesionales. La tercera expandió el personaje de Ari, la cuarta le dio más cancha a Drama y la quinta hizo adorable a Turtle.
Entourage es a los hombres (heterosexuales) y al cine lo que Sexo en Nueva York es a las mujeres y a la moda. Salvando sus evidentes diferencias (Entourage no está tan bien escrita y su realización no inventa nada), la que nos ocupa sirve al menos para ofrecernos en bandeja una muestra de lo que es vivir el día a día para una estrella de Hollywood, con sus dudas, sus buenas y malas decisiones, los rodajes, los estrenos, las cifras del primer fin de semana… Sólo me queda preguntarme qué tipo de serie habría resultado si se hubiera dotado a los protagonistas de un mínimo de inteligencia. Quizá habría resultado una serie más incisiva o realista, pero a lo mejor no les habría salido ni la mitad de entretenida.