Cuando se estrenó United States of Tara a comienzos del año pasado la recibí con expectativas mixtas. Que estuviera producida por Steven Spielberg, para mí casi siempre equivalente a un sello de calidad, era aval de, al menos, un producto interesante. Pero que estuviera creada por la endiosada Diablo Cody me tiraba para atrás. Si embargo, la posibilidad de ver a Toni Collette, una de las mejores actrices de su generación, interpretando múltiples papeles hizo que me decidiera a darle una oportunidad.
Tras ver los cinco primeros capítulos encontré un problema en el tono. Showtime me la había vendido como una comedia tipo Weeds, y lo que me encontré fue un drama en toda regla: el día a día de una familia media estadounidense que tiene que lidiar con el hecho de que la madre tiene personalidad múltiple podría haberse enfocado como una sucesión de situaciones disparatadas e hilarantes. Pero en lugar de eso descubrí un gran conflicto interior y un sufrimiento revestido de una pátina de dulzura que, aun así, no lograba disimular la abnegación de un marido modelo, las dudas de un hijo gay y los desplantes de una hija listilla.
Además, las personalidades me parecían muy desiguales. Alice, la típica mujer Stepford, tenía su punto, pero no era nada original; era otra Bree Van de Kamp de la vida. El hecho de ver a Toni hacer de Buck, el camionero, en cambio sí era original, pero el personaje me resultaba demasiado desagradable, aunque seguramente era el efecto buscado. La que más gracia me hacía era T, con sus maneras de adolescente descerebrada. Había ideas buenas, pero nada que me llamase especialmente la atención. Así que, como tantas otras, dejé de verla.
Hasta hace unos días, que decidí darle una segunda oportunidad, sobre todo porque ya tenía una idea más clara de lo que me iba a encontrar y además es una serie de media hora que se ve con soltura. Esta vez logré conectar más con el tono de la serie y me empezaron a interesar los personajes de Max, el marido perfecto interpretado con cariño, pero también con dudas, por John Corbett, Marshall (Keir Gilchrist), el hijo gay que quiere encontrarse a sí mismo, y sobre todo de Charmaine, la narcisista hermana pequeña de Tara que tiene una enorme evolución a lo largo de la serie y está genialmente interpretada por Rosemarie DeWitt, esa mujer con nombre de actriz de película de Hitchcock de los años 50.
Además, la investigación por parte de Tara de sus traumas de la infancia para dar explicación a su enfermedad, dio más profundidad a sus otras personalidades, al darnos cuenta de que éstas aparecían muchas veces como mecanismo de defensa para ayudar a su familia en determinadas ocasiones. Con quien no he podido tragar nunca es con el personaje de Kate, la hija interpretada por Brie Larson, cuyas tramas me provocaron una absoluta indiferencia hasta, quizás, el final de la segunda temporada, que es cuando demuestra lo que verdaderamente siente por su madre.
La segunda temporada ha dado más cancha al personaje de Charmaine, y me encantaría que Rosemarie DeWitt consiguiera ser nominada como secundaria para los próximos premios Emmy. Toni Collette ha añadido dos nuevas personalidades que han dado bastante juego y han añadido aún más complejidad, si cabe, a su personaje. Pero sobre todo, United States of Tara me ha marcado como muestra del amor que los miembros de una familia pueden profesarse entre ellos, a pesar de todos los conflictos y situaciones embarazosas que puedan surgir. Y no lo hace de una manera edulcorada, a lo American way of life, sino de forma creíble, como muestra el episodio final de la segunda temporada.
Si acaso se le puede achacar, como a otras producciones Showtime (Weeds, Dexter) una gran descompensación entre la trama principal y las secundarias, con bastante menos peso, así como una falta de objetivo en ocasiones, como si la serie diera bandazos en ocasiones, intentando encontrar su ritmo, algo que han ido corrigiendo en la segunda temporada y que espero que mantengan para que no pase lo mismo que con Weeds. Quizá deberían intentar dar algo más de peso a las apariciones invitadas e integrarlas mejor en la trama, porque el personaje de Viola Davis, aunque tenía una pequeña función, parecía añadida de pegote. Más interés tenía la aparición de Joey Lauren Adams, pero ha demostrado que es una actriz bastante limitada. Mucho mejor está Pamela Reed como la despiadada madre de Tara.
Tras ver las papeletas de los Emmy y confirmar una vez más que hay casi el doble de series de drama que de comedia, uno entiende la apuesta de Showtime de presentarla en esta categoría, a pesar de que traiciona de esta forma el verdadero espíritu de la serie. Toni Collette, en realidad, debería competir contra Glenn Close, Julianna Margulies y January Jones. Y tendría posibilidades. Pero en realidad se las verá contra Tina Fey, Edie Falco y Lea Michele. Quizá es que la Academia de Televisión debería por fin animarse a crear una categoría de dramedia.