¿Otra de zombies? Sí y no. iZombie no tiene nada que ver con The Walking Dead o Fear the Walking Dead. Gracias por ello. Porque la creación de Diane Ruggiero y Rob Thomas huye de ese tono apocalíptico y trascendental de sus dos hermanas mayores en el género y tira más hacia el que se veía en la divertida aunque fallida Memorias de un zombie adolescente. iZombie es algo así como si Verónica Mars (la de las dos primeras temporadas, la tercera es mejor olvidarla) se hubiese convertido en una muerte viviente y siguiese resolviendo casos. No en vano, comparten creador y eso se nota.
El argumento es sencillo. Una empollona, residente de medicina, de nombre Olivia Moore, Liv para los amigos y para el espectador, se salta un día sus propias normas y se va a una fiesta en un barco en el que droga y bebida combinan mal. La fiesta se desmadra y ella acaba despertando en una bolsa de plástico (de esas que usan para los cadáveres) con unas ganas terribles de comer cerebros humanos. Y adiós a su vida perfecta como futura doctora y prometida de un guaperas de libro.
Ahora no solo se ha quedado sin novio, con una tez pálida, el pelo decolorado y ojeras permanentes como si se hubiese escapado de una película de Tim Burton, sino que ha tenido que renegar de la medicina que cura enfermos para refugiarse en un trabajo como forense que le proporciones comida fresca a diario. Desde luego, como tapadera no tiene precio. Una nómina a final de mes para pagar el alquiler y las facturas y barra libre de comida.
Y ahí es donde empieza la diversión, porque el comerse los cerebros de los muertos que llegan a la sala forense no sirve solo para calmar el apetito de Liv, sino que, además, la convierten en la mejor baza para resolver los crímenes del detective Babineaux. Cada vez que se come un trocito de seso adquiere la personalidad del fallecido y parte de sus recuerdos. Así, en un capítulo es una borracha y en otro una madre, un chungo o cualquier cosa que le ocurra a los guionistas.
Por eso es tan entretenida iZombie. Por sus guiones, por sus personajes y por sus referencias. Porque uno nunca sabe qué caso se va a presentar y qué personalidad se apoderará de Liv. Y mientras, la invasión zombie que se va extendiendo merced a un villano, Blaine, que recuerda mucho al Spike de Buffy, y los líos amorosos de la protagonista y su exprometido que dan mucho juego. Todo huyendo del melodrama. El humor y el gamberrismo han de primar sobre todas las cosas aunque de vez en cuando el drama haga acto de presencia.
El argumento es divertido, aunque hay capítulos mejores y peores, pero lo mejor de iZombie son sus personajes y el reparto. Rose McIver, la Campanilla de Érase una vez…, resulta más que convincente como zombie postadolescente que intenta no perder su humanidad pese a tener que comer cerebros para sobrevivir y no perder el control. Ravi, su compañero forense y mejor aliado empeñado en encontrar la cura que la devuelva a su estado natural, es de lo mejor de la serie y ha convertido a Rahul Kholi en todo un descubrimiento. Mayor (Robert Buckley), el prometido buenorro que se gana la vida ayudando a chicos con problemas, es algo más que una cara bonita y es uno de los personajes con más evolución en la primera temporada.
Y luego está Blaine, al que da vida el camaleónico y magnético David Anders. El único que desentona un poco y llega a resultar algo cansino es Malcolm Goodwin como Babineaux. Es el peaje que hay que pagar en una serie que es algo más que un guilty pleasure, que cuenta con unos guiones muy divertidos cargados de guiños a otras series y a la actualidad. La primera temporada, que emite cada lunes AXN y que está disponible en Netflix, ha sido todo un hallazgo. Fresca, divertida, fácil de ver y de disfrutar sin caer en la trascendencia del mundo zombie y la lucha por la supervivencia. Porque series como estas también son necesarias.
(Fotos: AXN España)