TÍO OSCAR arranca aquí el repaso diario de las nominaciones de los Oscar. A partir de hoy, cada día (a excepción del domingo 1 y el lunes 2 de febrero por coincidir con los Goya) publicaremos un exhaustivo análisis de los competidores en cada una de las categorías e invitamos a los lectores a participar con sus comentarios y votando en la encuesta. Esta primera entrega se detiene en las candidatas al premio a la mejor película de lengua extranjera.
La ganadora del Festival de Cannes ha conseguido pasar todos los cortes previos y estar entre las cinco nominadas. Se diría que es lo lógico, pero después de lo ocurrido el año pasado, cuando quedaron fuera, entre otras, la anterior Palma de Oro, La clase no las tenía todas consigo. Esta película, dirigida por Laurent Cantet e inspirada por su protagonista, François Bégaudeau, juguetea con los límites entre el cine y el documental para retratar lo que se cuece en un aula de un instituto de las afueras de París. Podría ser una clase de cualquier ciudad occidental, en la que se entremezclan los problemas típicos de la adolescencia con las dificultades de la integración de los inmigrantes. El resultado es una cinta que evita ofrecer ninguna conclusión sino que, en la mejor tradición del pensamiento político francés, lo deja en manos del espectador-ciudadano. Es, pues, un largometraje extraordinario pero atípico en los Oscar, acostumbrados a premiar en esta categoría dramas más o menos al uso. Esta es la 35ª nominación para Francia (el record de este apartado), que se ha llevado el Oscar en nueve ocasiones. La película ya está en las salas de EE UU, distribuida por Sony Classics, una de las especialistas en la competición por esta estuilla.
Japón aspira al Oscar con una película profundamente evocadora: Okuribito (Salidas). Estas salidas a las que se refiere el título son las de quienes dejan la vida pues la cinta transcurre en una morgue: un joven músico regresa a su ciudad natal y se emplea en este establecimiento, donde embalsaman a los cadáveres conforme a las más ancenstrales tradiciones del país. En un viaje que se interna a menudo en el terreno de la comedia, la cinta de Yojiro Takita reflexiona no sobre la muerte, sino sobre la vida. Okuribito compite por 13 premios de la Academia de Cine japonés (tantos como El curioso caso de Benjamin Button en la de EE UU) y ha logrado la decimosegunda nominación a los Oscar para Japón.
El complejo Baader Meinhof va a ser estrenada con el título RAF Facción del ejército rojo, que es el nombre del grupo terrorista alemán que a finales de los sesenta y en los setenta operó en su país colocando bombas, realizando secuestros y cometiendo asesinatos en nombre de la lucha contra lo que consideraban una nueva forma de fascismo: el imperialismo estadounidense. No debe ser, pues, esta película plato de buen gusto para una parte de los miembros de la Academia. Sobre todo porque Uli Edel trata aquí de comprender qué lleva a un grupo de jóvenes antifascistas a caer en el terror que pretendían combatir. La película carece por el momento de distribuidora en EE UU, lo cual dificulta más aún sus posibilidades de promoción.
La ganadora del Oscar el año pasado con Los falsificadores, Austria, ha obtenido una nueva nominación, que supone la tercera para este país. En esta ocasión el director Götz Spielmann se sumerge en la maquinación de una venganza, como deja bien claro desde su título, Revanche. Un ex convicto que trabaja para el dueño de un prostíbulo planea escaparse con su novia, una prostituta. Tras un atraco a un banco de las afueras, que sale mal por culpa de una muerte accidental, se refugia en la granja de su abuelo, no lejos de la escena del crimen. Pasan los días, y cada vez se mete más en la vida de un policía local y de su mujer, mientras crece su obsesión por vengarse. Una película áspera que ha sido importada a EE UU por una compañía muy pequeña (Janus Films) y que no parece que vaya a permitir a su país lograr la estatuilla por segunda año consecutivo.
Desde su presentación en el Festival de Cannes, Vals con Bashir ha dado muchísimo que hablar. Dirigida por Ari Folman, esta película utiliza los dibujos animados para traducir a imágenes los recuerdos de varios soldados israelíes (entre ellos, el propio realizador) que participaron en la guerra del Líbano, en 1982. Es pues un documental, a pesar de que las imágenes que se proyectan sean dibujadas. De hecho, la cinta competía también por el premio al mejor largometraje documental, aunque finalmente no haya logrado la nominación en ese apartado. No parece que vaya a ser éste un factor determinante a la hora de juzgar las fuerzas de Vals con Bashir en estos Oscar. Sin duda tiene mucho más peso la audacia de su propuesta pero también la oportunidad. La película no sólo se ha realizado después de una segunda guerra en el Líbano, sino que llega a los galardones justo después de que el Ejército de Israel haya bombardeado y asediado Gaza durante todo un mes. Es una película que no ahorra críticas al horror de la guerra, al miedo de los soldados, el hedor de los muertos. Si la Academia de Hollywood no se achanta ante los sectores más reaccionarios -que prefieren dejar la basura debajo de la alfombra-, esta película tiene grandes posibilidades de convertirse en la primera cinta de animación que se lleve la estatuilla a la mejor extranjera.
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