“LA TIERRA DE LOS DESHEREDADOS” Crítica de la película “Las Uvas de la Ira”(John Ford,1940)

Sorpresa y desconcierto. Éstas serían las palabras más acertadas a la hora de describir los sentimientos que yacen del espectador que ve hoy una película como ésta. Sorpresa ante un documento social de semejante envergadura rodado por un Hollywood conservador más dado al entretenimiento vacuo que a las películas concienciadas. Desconcierto ante la obra de tintes izquierdistas de un conservador declarado (jamás radical , como muestra su oposición a la terrible caza de brujas del nefasto senador Mcarthy) como John Ford.

“Quiero hacer películas bonitas sobre gente bonita” era la frase favorita de Louis B.Mayer, el más famoso representante de esos poderosos demiurgos de la sociedad hambrienta de sueños que eran los ejecutivos de los grandes estudios de Hollywood. No resulta difícil pensar que su compañero y enemigo, Darryl F.Zanuck, presidente de la Twentieth Century Fox , tenía el mismo concepto cinematográfico. Por eso es increíble que adquiriese los derechos de la novela de John Steinbeck y la propusiese como un vehículo perfecto para una de las estrellonas de su estudio, Henry Fonda. Por aquel entonces el actor estaba muy en desacuerdo con el star system que coartaba su libertad como actor y su derecho, hoy tan respetado en la meca del cine, de irse del estudio cuando le viniese en gana. Sin embargo, la promesa de trabajar a las órdenes de John Ford (con quien ya había rodado “El Joven Lincoln “ o “Corazones Indomables”) le hizo aceptar el tiránico contrato de siete años unido a la Fox. A priori, John Ford no era un director demasiado adecuado para el proyecto, pero no cabe duda de que el prestigio de una novela ganadora del Pulitzer el año anterior (1939) era tentador para cualquiera .También está claro que la película guarda todas las señas del autor de “La Diligencia “ en mayor o menor medida.

Los valores familiares insertos en paisajes rurales, la omnipresente evolución de la acción y de los personajes a través de rituales (el entierro del abuelo) están presentes en la película ,así como su gusto por el paisajismo romántico (aquí más realista que de costumbre). Lo que no da para que la película utilice esos mismos elementos en una película de conciencia social que parece un precedente del neorrealismo italiano y que, sin embargo, está hecha por un estudio de Hollywood que, al igual que los otros, se había dedicado siempre a la pura evasión. La historia , desarrollada en la misma Depresión a la que Hollywood trataba de sacar partido mediante las caras diversiones que hacían olvidar al público las míseras condiciones de aquellos días, narra la historia de Tom Road , un joven que vuelve a casa tras cuatro años de prisión y encuentra una granja desolada por la sequía y la miseria, amenazada por la aniquilación de unos bancos siempre dispuestos a cobrar sus hipotecas. La familia Toad recorrerá un largo camino desde Oklahoma hasta lo que parece ser la Tierra Prometida de estos difíciles años, la soleada California .Durante el camino irán descubriendo que el sueño como tal no existe (el momento de alegría de la familia contemplando los primeros campos californianos se contrasta con la confesión de la madre de la muerte de la abuela , ocultada sabiamente al espectador para que la historia no sea reiterativa tras haber visto morir al abuelo unos minutos antes) y encontrarán huelgas, luchas entre los mismos pobres por conseguir un trabajo mejor, policías que se toman la justicia por su mano al atacar los campamentos sociales del Gobierno ( ni siquiera se escatima la palabra “rojos “ cuando se habla de las revueltas de policías y ciudadanos contra esos campamentos planificados por el Gobierno) o empresarios y capataces explotadores. La película es un retrato sombrío de Tom Toad y su errático camino que nunca acaba de cuajar en ninguna parte. Tanto en la novela como en la película de Ford , Tom va adquiriendo conciencia social y se mete en líos para defender la justicia de los suyos, lo cual lo alejará finalmente de su familia ante el temor de que la policía lo encuentre tras haber golpeado a un expredicador huelguista amigo suyo (interpretado por un habitual del cine fordiano , John Carradine).También es la historia de una madre que trata de conservar el núcleo familiar pese a todas las embestidas del hambre y la desesperación a las que se ve sometida durante el trayecto. La conciencia adquirida por el personaje de Henry Fonda al final de la historia está concentrada en esos maravillosos primeros planos hacia el final, cuando a la fuerza a de despedirse de su madre y se da cuenta de que se alegra de ser perseguido y de que merece la pena luchar. Una conciencia social sorprendente en el cine de Ford (siempre amigo de lo rural en su cine pero con un tono conservador), tan sorprendente como la frase final de la madre (“nunca podrán con nosotros porque somos el pueblo”) que, a pesar de hollywodizar el de la novela de Steinbeck , sigue siendo muy osado para los parámetros del cine de la capital californiana en aquella época.

Sorpresas aparte, justo es decir que Ford consiguió una obra maestra con su atrevimiento. Poco amigo del expresionismo o la presencia de angulaciones extremas de la cámara en su cine, aquí utiliza el contrapicado para agudizar la desolación de ciertos personajes, magnifica la historia con una fotografía del genial Gregg Toland ( que un año después trabajaría estupendamente para Orson Welles y su “Ciudadano Kane”) que oscila entre el expresionismo más oscuro y la imagen de tintes documentales. Pero al mismo tiempo, está presente el habitual lirismo poético de sus películas y los planos a contraluz de ese coche en la carretera recortado contra el crepúsculo o la silueta de Henry Fonda en un plano muy general son los mismos que los de las carretas que se dirigían al Oeste insertas en amplios parajes tan propias de su cine
. Imágenes fabulosas utilizadas en pos de la visualización de la miseria y la tristeza como esa panorámica que nos muestra la sombra de una familia en el seco suelo mientras un tractor enviado por los bancos destruye todo lo que tienen ; la cabeza de Henry Fonda cuando llega al desolado paraje en que se ha convertido su viejo hogar ; el polvo que deja solitaria y vacía esa misma casa cuando toda la familia se marcha en busca de un futuro mejor. Si cada plano está perfectamente estudiado, lleno de sombras y con una composición que no puede ser más que perfecta, sobresaliente es también el ritmo de la narración. Desde ese hombre que anda a lo lejos por una carretera vacía y soleada hasta ese cochambroso camión a contraluz en el crepúsculo que transporta a una familia de futuro incierto , todas las secuencias aportan algo a la acción. Incluso el pequeño flashback del inicio por parte de uno de los personajes secundarios es útil para contextualizar la historia de cara al espectador y explicarle mejor por qué esa familia ha de abandonar aquello a lo que siempre ha estado arraigada. También la música colabora .Alfred Newman, colaborador habitual de Ford y uno de los más grandes compositores de la historia del cine, hace que su música no marque cada una de las emociones del filme ( la madre deshaciéndose de sus recuerdos personales al irse de la casa o el entierro del abuelo son dos de los pocos momentos en los que su partitura está presente). Ni siquiera en el inicio de secuencias tras largos fundidos en negro o en momentos dados al sentimentalismo y la emoción está presente la música. Esto resulta una nueva extrañeza para John Ford, que a menudo era calificado de manipulador y excesivamente sentimental en sus películas, pero está en consonancia con la dureza de la historia.

También han de mencionarse los intérpretes. Al principio de este artículo he destacado el empeño de Henry Fonda por hacerse con el papel a costa de lo que fuese, y no cabe duda de que su empeño creó uno de los personajes más fuertes de toda su carrera. Basta con ver su cara en los primeros planos de corte expresionista para comprobar hasta que punto vemos en él a un hombre hambriento e injustamente maltratado por la vida en lugar de a la gran estrella de Hollywood de tantas películas. También Jane Darwell hace una gran interpretación como la quintaesencia del amor maternal y el eslabón familiar. Gorda, corpulenta , de mirada franca y expresión angustiada, Ford le deja frases y planos que forman ya parte de lo mejor de la historia del cine.

Cuesta preguntarse por qué esta película fue rodada por un gran estudio y por qué la hizo Ford. Fuese cual fuese el motivo, nunca estuvo el Hollywood clásico más cerca del marxismo que con esta película que, al mismo tiempo, es el retrato más fidedigno, cruel y realista que la meca del cine pudo ofrecer de la era de la Depresión americana. Por eso mismo, cuando muchos critican el Hollywood de la era dorada poniendo como excusa un montón de prejuicios sin fundamento, ahí estoy yo para decírles :”Id a ver Las uvas de la ira “. Estéticamente innovadora antes que “Ciudadano Kane”; realista y dura antes que “Roma, ciudad abierta” ,ambiguamente marxista ( los primeros planos de los niños hambrientos tras la verja del campamento en el que se encuentra trabajo explotador y mal pagado) proviniendo de un Hollywood oropelado y grandilocuente y de un director básicamente conservador……. Hoy, como ayer , “Las Uvas de la Ira “ no es otra cosa que una gran obra maestra que debería ser vista por todo el mundo al menos una vez en la vida.