"LAS ZAPATILLAS ROJAS"(Michael Powell y Emeric Pressburger, 1948):Un cuento de hadas trágico

La gestación y el éxito de un clásico indiscutible como «Las zapatillas rojas» es una historia tan apasionante como la de la propia película. En principio, Emeric Pressburger escribió un guión basado lejanamente en el cuento de Hans Christian Andersen del mismo título, en el año 1937. Por aquel entonces trabajaba para el mejor productor del cine clásico británico, Alexander Korda, y el proyecto estaría dedicado a su mujer, la actriz Merle Oberon. El problema era que Oberon no tenía ni idea de cómo danzar o el más mínimo conocimiento sobre ballet, por lo que sería imprescindible contar con una doble en esas escenas. La 2ª Guerra Mundial y la separación de la compañía de Korda, la London Films, hicieron el proyecto inviable hasta que Pressburger se unió a Michael Powell en la Archer Films y crearon algunos de los films británicos más rompedores de toda la historia del cine.

Hacer una película sobre ballet, con una protagonista desconocida (la bailarina Moira Shearer en su debut cinematográfico), con un presupuesto enorme y una secuencia de ballet que superaba los 10 minutos no era precisamente la idea de éxito de ningún productor. De hecho, el de esta película, el famoso Arthur Rank, se salió de la primera proyección de la película a sabiendas de que había parido un gran fracaso. La sorpresa vino después de que en Gran Bretaña la película fuese duramente criticada y despreciada por el público. Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, el público recibió la película con un gran entusiasmo que tuvo repercusiones sociales insospechadas, como la cantidad ingente de niñas que se apuntaron a clases de ballet después de contemplar, entusiasmadas, la película. En los Oscars no le fue nada mal a la película aun siendo británica: 5 nominaciones y 2 estatuillas para la música y la dirección artística del film. Con el paso de los años, «Las zapatillas rojas» llegaría a convertirse en la más mítica de las películas del dúo Powell-Pressburger y en la película definitiva sobre el mundo del ballet.

La historia de una bailarina aspirante a estrella, su irascible y reprimido representante ( con connotasciones claramente homosexuales que los propios creadores de la película admitieron con el paso de los años) y su romance con un joven compositor que trabaja en la misma compañía fue la excusa perfecta del dúo de artistas para crear una nueva y rompedora obra que se mueve entre el kitsch, la tragedia y la poesía visual. Lermontov, el productor, quiere convertir a su chica en una estrella del ballet, en la mejor bailarina de la historia, pero tiene una sola condición para ella: jamás podrá enamorarse. El paralelismo con el cuento de Andersen, en el que una chica era «poseída» por unas zapatillas rojas hasta tener que cortarse las piernas,es obvio. El arte acaba destruyendo a la joven (notorio es que, antes de una trágica escena con un montaje soberbio, Powell sólo muestre planos detalle de las zapatillas rojas, como si de un objeto demoníaco se tratase, llevando a la chica a paso rápido y no al revés). Y es que el montaje de la película es rompedor, desde las panorámicas subjetivas mientras la protagonista baila, pasando por el increíble ballet, en el que la cámara lenta o rápida hacen juego con una rompedora puesta en escena que se salta el punto de vista del público en este tipo de espectáculos teatrales. Es el punto de vista de la protagonista, incluso cuando aparecen en sus ensoñaciones las figuras de su amado y del productor como anticipo del conflicto final de la historia, el que prevalece en todo momento. La puesta en escena no se queda atrás. Si en el ballet hay una especie de onírico descenso a los infiernos, los directores consiguen momentos inolvidables como el de la audición de la protagonista en lo que parece salido del cuento de «La Cenicienta», o expresivos
planos como el del espejo roto por Lermontov.

«Las zapatillas rojas» también se beneficia de unas geniales interpretaciones por parte de Moira Shearer y de Anton Walbrook. La de éste es la mejor de toda la película, con un personaje ambiguo donde los haya, cuyo carácter de productor estricto y sin corazón es conmovedor y da lugar a múltiples lecturas. Si la película no llega a ser, en mi opinión, una obra maestra, es porque la intepretación del joven compositor encarnado por Marius Goring es bastante endeble, y porque la primera hora de película es demasiado expositiva y está alargada innecesariamente. El propio Powell dijo de su película que era duro pedirle a un público que acababa de dar su vida por la guerra, pedirles que la diesen por el arte. ¿Daríamos la nuestra en pos de uno de los mayores dones del ser humano??

VALORACIÓN:
Primera parte de la impresionante secuencia del ballet, llena de fundidos, sobreimpresiones y todo tipo de trucajes visuales. Esta parte de la película inspiró a otros musicales de Hollywood como «Un americano en París» o «Cantando bajo la lluvia»