"RAÍCES PROFUNDAS"(George Stevens, 1953): El caballero americano del Far West

Cuando George Stevens rodó «Shane» o, lo que es lo mismo, «Raíces profundas» para los españoles, no podía sospechar que un argumento rechazado por varios estudios se convertiría en uno de los mayores éxitos de la década de los 50. La historia de un pistolero arrepentido de viejos pecados que se instala junto a una familia de granjeros y los ayuda a hacer frente a unos ganaderos que intentan echarlos del lugar, se convirtió en un complejo mosaico histórico, sentimental y de crecimiento. Shane representa la historia (mil veces imitada en el western tras esta película, y con influencias muy claras en películas como el «Sin perdón» de Clint Eastwood) del pistolero arrepentido de su pasado, condenado a volver a utilizar la violencia como argumento a pesar de lo mucho que le repele, a vagar sin ningún tipo de confort hogareño por los prados, como símbolo inescrutable de una época caduca. Una figura de proporciones míticas vista a través de los ojos de admiración de un niño.

No es casualidad que la puesta en escena de Stevens se centre en muchas ocasiones en la mirada de ese niño con una serie de primeros planos que lo muestran observando al protagonista, ya sea en peleas (la del bar tiene una especial comicidad al verse al niño comiendo una piruleta mientras lo presencia todo) o en cómo manejar el arma. Precisamente por eso, «Shane» es también una historia de crecimiento, con un niño que representa el puente de entendimiento entre una sociedad violenta como la que exponen los ganaderos, y la más pacífica y democrática, representada por los pobres granjeros. Las sutilezas en la representación de las imágenes la convierten también en una historia de amor. El personaje de la esposa, encarnado por una extraordinaria Jean Arthur (mítica musa del cine de Frank Capra) dirige una serie de miradas al protagonista que muestran una sutíl atracción sexual hacia él. La actriz, que no rodaría más películas después de ésta, pudo sentirse orgullosa de su legado interpretativo.

Es importante volver a resaltar la puesta en escena del director puesto que, a priori, la película tendría una exposición no muy diferente de la de los gastadísimos argumentos del western. La pelea en el bar, rodada desde todos los ángulos posibles, o la pelea entre Alan Ladd (Shane) y Van Heflin (el granjero que lo ha acogido en casa) mientras que los caballos enloquecen, son significativas: en ambas el director prescinde de la ya mítica banda sonora de Víctor Young, ambas están expuestas desde muchos ángulos y ambas conservan el punto de vista (el visual y el argumental) del niño (la segunda comienza y Stevens deja la cámara dentro de la casa y se centra en las reacciones de la madre y del pequeño). Además, Stevens crea poesía con los planos generales de grandes paisajes, rodea la escena del entierro de una aureola fordiana y sentimental centrando la cámara en el perro que hociquea la tumba de su amo, o se adelanta en ciertos ángulos de cámara al cine de Sergio Leone ( la cámara detrás de la pistola, en primer término, del villano Jack Palance).

Hay muchos westerns en la historia del cine, muchos de ellos son legendarios, los de John Ford son verdadera poesía visual unida a maestría argumental……pero «Shane» sigue siendo especial y uno de los mejores. La complejidad casi freudiana de los personajes trasciende el viejo conflicto entre lo viejo y lo nuevo, entre la violencia y la implantación de la democracia, que han caracterizado a este género tan americano. En la que quizá sea la gran obra maestra de George Stevens encontramos demasiadas cosas como para dejarlas pasar, y el final es uno de esos que hacen aflorar las lágrimas con los simples gritos de un niño. Por eso, y por mil razones más, «Shane» representa algunos de los mejores recuerdos de nuestra infancia y es la película de los sábados tarde para toda una generación de espectadores.

VALORACIÓN:

(¡SPOILER!!!) Mítico y sentido final de esta película que Stevens rodó en 1951 pero estrenó dos años más tarde, debido a su meticulosidad en el montaje final.