"VIVIR PARA GOZAR" (George Cukor, 1938): Comedia social y política en el Hollywood de la Depresión

Cuando George Cukor quiso que su amiga Katharine Hepburn protagonizase «Vivir para gozar», la negativa de Harry Cohn, mandamás de Columbia, fue inmediata. La Hepburn había sido declarada «veneno para la taquilla» por la revista Variety tras una serie de estrepitosos fracasos. Cukor le convenció finalmente y así es como la actriz de la mandíbula prieta llegó puntual al rodaje cada mañana de aquel lejano 1938. A primera vista, la idea de convertir a Cary Grant en un tipo corriente a punto de casarse con una millonaria no parecía muy distinta de la de otras screwball comedies de moda en aquellos años. Parecía una nueva oportunidad para explorar de forma crítica y divertida el modus vivendi de los ricos. Nada que no hubiesen explorado antes las cintas de Gregory LaCava o las alocadas farsas de Howard Hawks. Sin embargo, en aquel «Holiday» del título original había algo peculiar y tremendamente moderno.

El personaje de Grant no es sólo un intruso en un mundo de oropel sino un joven con una clara filosofía casi rousseauiana: irse de vacaciones mientras sea joven para descubrir la razón de trabajar y amasar dinero. Obviamente, ni su prometida ni su futuro suego comprenderán tan «escandalosa» idea, encontrando un halo de complicidad con su potencial cuñada, una encantadora Katharine Hepburn. A ella le regala Cukor grandes diálogos basados en la obra de Phillip Barry (el mismo que luego escribiría unas «Historias de Filadelfia» llevadas al cine con el mismo director y los mismos protagonistas) y algunos de los más emocionantes primeros planos de la película. Ésta posee una capacidad formal mucho mayor que otras películas de su autor. Sirva para ello un ejemplo: para comparar al matrimonio amigo de Cary Grant con otro remilgado e hipócrita de la alta sociedad, Cukor los registra a través de un montaje fragmentado e informal, mientras que a los segundos los filma en un largo y solemne travelling mientras suben unas escaleras. Otro ejemplo son los primeros planos que empequeñecen a Grant y lo convierten en un monigote que poco o nada tiene que ver con ese mundo de lujos.

Sin embargo, lo que ha hecho que la película perdure y que sea un clásico perdido en el limbo de las películas infravaloradas, es su visión del sueño americano y de la propia libertad. La realización personal es como ese cuarto de juguetes en el que Hepburn se siente comprendida: una especie de oasis en mitad del materialismo y el conformismo más cruel, ese que anega los deseos de ser diferente, de vivir la vida por algo más que por ganar dinero o aparentar una posición social. Entrar de vez en cuando en ese cuarto de juguetes sigue siendo refrescante y da a esta historia una universalidad a prueba de bombas.

VALORACIÓN **** 1/2
Video hecho por un fan con imágenes de la película