En el primer día de competición en San Sebastián se han presentado dos películas complicadas de combinar en un artículo: en primer lugar Enemy, la primera colaboración entre el director canadiense Denis Villeneuve y Jake Gyllenhaal, un kafkiano thriller psicológico basado en una obra de José Saramago; además, Pelo malo, un pequeño drama venezolano dirigido por Mariana Rondón que cuenta la historia de un niño preadolescente cuya obsesión por tener el pelo liso choca contra el resto de su mundo.
A la espera de Prisoners, su segunda colaboración que también tiene hueco en este certamen, Enemy cuenta la historia de un profesor de historia que súbitamente descubre a su doble exacto en un actor con ínfulas, lo que lleva a ambos a un juego de espejos que les pasará factura. Basada en la novela El hombre duplicado, de José Saramago, adaptada por Javier Gullón, Enemy presenta una de las estructuras argumentales más peculiares que probablemente veamos en este festival, para manejar elementos físicos y conceptuales que recuerdan a muchos tipos de arte: desde la literatura de Kafka, al cine de Cronenberg, por ejemplo.
La historia del hombre duplicado se teje sobre el escenario de Toronto (la ciudad, no el Festival donde se presentó por primera vez), creando una tela de araña argumental que coloca las dos historias de los protagonistas concéntricamente y que los hace víctimas de su propia existencia, condenados a sobrevivir uno a costa del otro en un mundo gris donde nunca brilla el sol.
Para los que ya hayan caído en las redes de la película, podrán descubrir entre sus múltiples significancias la posibilidad del plegamiento temporal de la historia, en la que se superponen las existencias de los dos personajes protagonistas, que, una vez entran en la tela de araña que supone reconocerse uno a otro, luchan por la supervivencia mientras se encaminan al irrefrenable centro para acabar encontrándose con su fatídico final.
Dos vidas coetáneas imposibles que la propia naturaleza humana tiene que resolver. Dos vidas paralelas que al final, en el centro de todo, se corresponden para dar continuidad a la vida.
Pelo Malo, por su parte, enfrenta la pobreza y la miseria de los barios bajos venezolanos a los sueños de estrella de un niño de nueve años que aspira a tener el pelo liso para poder ser cantante. Entre tanta miseria, por si fuera poco, el drama familiar de una madre viuda (con sospechas de que su hijo pueda ser homosexual) que intenta conseguir un trabajo de guardia de seguridad para poder dar de comer a su familia. Menos mal que el niño tiene el respiro de poder visitar a su abuela, que comprende perfectamente sus inquietudes.
La inocencia de la edad temprana enfrentada a la mísera realidad de la clase obrera venezolana, el pragmatismo de una madre ahogada por la situación frente a la ternura de una abuela dispuesta a no borrar la esperanza de la sonrisa de su nieto. Un duro relato de coming of age sudamericano con problemática homosexual que enfrenta a dos personajes que se quieren pero que están incesamente en conflicto.