True Mothers, de Naomi Kawase, ha sido la última película que compite en el Festival de San Sebastián heredada de la malograda edición de este año de Cannes. Kawase ya había competido aquí con Aguas tranquilas (2014) y Hacia la luz (2017) sin rozar siquiera el palmarés. Este año podrían cambiar las tornas porque True Mothers es una película de enjundia.
La maternidad es un tema que recorre, cuando no protagoniza, la filmografía de Kawase. Y en esta ocasión la realizadora explora fibra a fibra el concepto mismo de madre a lo largo de 140 minutos que discurren sin prisa ninguna, como si la directora quisiera asegurarse de que no quede nada sin desmenuzar.
La cinta cuenta la historia de un matrimonio que no logra tener hijos porque él es infértil y terminan optando por la adopción. Años más tarde, una mujer se presenta en la puerta de su casa reclamando a su hijo biológico creando el lógico abismo en los padres adoptivos. El guión se basa en una novela escrita por Mizuki Tsujimura, escritora de novelas de misterio, un estilo que impregna los flashbacks de la película a través de los cuales vamos recomponiendo la historia como si fuera un whodonit de Agatha Christie, lo que ayuda definitivamente a mantener la tensión narrativa de toda la cinta.
Kawase ronda con absoluta delicadeza todos los matices de la complicadísima cuestión entorno a los derechos de la madre biológica frente a la adoptiva pero no quiere aleccionar ni convencernos de nada. Es tan meticulosa su exposición que aporta razones para todo y deja que sea el espectador quien se posicione, si es que es capaz. Su película se resuelve con emoción contenida y la promesa de un futuro luminoso. Una película para ver reposadamente y dejarse llevar.