El debut de la documentalista Tatiana Huezo en la ficción, Noche de fuego, participa en este Horizontes Latinos como una de las favoritas. Avalada por una mención especial del jurado en la sección Un certain regard del pasado Festival de Cannes, Huezo aborda la ficción pero sin abandonar ni México ni la denuncia de “las heridas que todavía duelen” en ese país, como describió en la presentación del filme, un retrato de la violencia impune de en la que vive inmersa la sociedad mexicana.
En esta ocasión, la cineasta salvadoreña nos traslada a la sierra de México donde los campesinos sobreviven gracias a su trabajo en las canteras y en los campos de cultivo de amapolas. Permanentemente extorsionados por las mafias de narcotraficantes locales, los lugareños viven bajo la amenaza de una muerte o rapto inminente, y es en este contexto donde conocemos a las tres protagonistas de la historia en dos etapas diferentes de sus vidas: la niñez y la adolescencia. Sus madres les cortan el pelo para que parezcan niños y todas tienen preparados escondites (que recuerdan a tumbas) para cuando vienen los narcotraficantes, que tienen por costumbre llevárselas a punta de pistola para no aparecer más.
No es este, sin embargo, un muestrario de violencia ni un ambicioso estudio sobre las condiciones sociales del país; Noche de fuego (magníficamente rodada en una explosión de luz y naturaleza) nos sumerge sin aspavientos ni maniqueísmos en la vida de estas tres niñas que suplen con sororidad el miedo que llevan metido en el cuerpo. Ni siquiera llega a mostrar ningún acto violento sobre ellas, ni falta que hace: Huezo muestra el horror con trazo fino, en su rutinario devenir, sobre unas vidas completamente mutiladas por la violencia.