Mucho cello y poca momia

La franquicia de La Momia, en su última entrega, La tumba del Emperador Dragón, se traslada de Egipto a China, y lo hace bajo la batuta del compositor Randy Edelman (Dragonheart). Éste crea un score de retazos majestuosos que no acaban de comprenderse dentro del conjunto. Una propuesta disfrutable pero inferior a las anteriores entregas de Goldsmith y Silvestri que además acusa el gran reto de acertar en su adaptación a la tradición musical china.

Edelman afrontaba dos retos con esta partitura. En primera instancia, no defraudar a los aficionados de la saga tras dos excelentes partituras y, por otro lado, hacer creíble una banda sonora ambientada en China. Cuando un compositor americano afronta una partitura de una película sitada en el gigante asiático, quizás por motivos personales, no puedo evitar sentir cierta reticencia. Creo que existen varios ejemplos de cómo abordar este dilema. En primer lugar, se puede basar la partitura en un ejercicio de armonización de tópicos orientales (Kung Fu Panda, Hans Zimmer y John Powell). Ésto no quiere decir que no existan ejercicios fantásticos de conjugación de estereotipos. El maestro John Williams confundía instrumentos chinos con japoneses en Memorias de una geisha con tanto talento que nos hacía olvidar tanto error historiográfico. En segundo lugar, el compositor puede optar por obviar las referencias orientales y construir un score más orientado a la esencia de la historia (Mulan, Jerry Goldsmith; El velo pintado, Alexandre Desplat). Así, el compositor se siente más cómodo y no se ve obligado a realizar mucho trabajo de investigación. En tercer lugar, está la opción de contratar a un compositor chino que componga una partitura de acuerdo con su tradición musical y cuyo trabajo tenga una raíz local justificada, caso de Tan Dun en la oscarizada Tigre y Dragón. Esto, que suele ser lo más acertado, desgraciadamente, en el cine americano es casi un milagro. Lo más lógico suele ser contar con un músico de casa que además garantiza un tono adecuado para un público sediento de estereotipos.

Randy Edelman parece querer escapar de los tópicos pero no puede evitar hacer uso de ellos para imprimir un carácter distintivo a la partitura. Bien sabemos que el material no da juego a una gran profundidad pues estamos hablando de una aburrida película de acción, sin duda, de los peores filmes del año junto con Australia. El resultado no acaba de funcionar. La numerosa profusión de temas no acaba de suplir una marcada incohesión de todas las piezas, que carecen de un hilo conductor. El incorrecto desarrollo y orquestación de los mismos también termina por minimizar la calidad final. Analicemos en detalle las virtudes y defectos de esta partitura.

Del larguísimo soundtrack he extraído cinco motivos destacados que marcan la personalidad de la partitura. El compacto se abre con A call to adventure, una excitadísima fanfarria, disfrutable y plana, tanto que parece que estemos ante un sintonía de videojuego, más propia de los piratas del Caribe. Ésta se va versionando a lo largo del score en cortes como Crash & Burn o Shanghai Chase. La segunda pieza y la mejor de todo el trabajo, aparece en Silently yearning for centuries, una sentida melodía a cello de tres notas que florece majestuosamente en el track Ancient China. Muy contextual y a la par poco desarrollada hace que nos preguntemos lo bien que hubiera quedado con una mayor dimensión orquestal. El tercer corte corresponde a la marcha militar y machacona de los guerreros de terracota. Y aludiendo a esa escena del filme sólo me cabe decir: !Qué horror!. Gracias a Dios no llegué a ese momento del filme que me hubiera hecho un daño irreparable. Volviendo al score, dos pequeños cortes muy emotivos son dignos de mención. La tierna melodía a piano contenida en A Family Presses Close y el solo de Alex y Lin, quizás la mejor melodía de tono oriental de la partitura. El resto de las pistas corresponden a versiones de estos motivos y, sobre todo, piezas de acción en las que Edelman imprime un desacertado y fuerte sonido zimmerniano. Por último, uno se pregunta, si no os lo habéis preguntado vosotros ya, ¿dónde está el tema de la momia? Edelman, en efecto, plantea la música como un entretenimiento y episodio contextual, a veces apropiado, pero que obvia por completo el humor y el terror de la saga.

En consecuencia, estamos ante un score con una variedad temática importante, con unos buenos temas pero que tiene dos problemas. El primero es la incoherencia de su conjunto que mezcla géneros (amor, acción, historia) sin ningún compás y con una interrelación prácticamente nula. Esta contrariedad también se hace evidente en la selección y combinación de instrumentos. Pasamos de la metralla electrónica al lirismo del cello de un corte a otro. El otro defecto es el mal planteamiento en el desarrollo de algunos motivos. Casualmente, las mejores piezas son aquellas a las que se les da un espacio menor y viceversa. También es evidente aquí el problema de la dimensión sonora. Si bien algunos están sobre-orquestados (el primero), otros están forzadamente apagados (el segundo). Por lo tanto, estamos ante una partitura que se disfruta más en la escucha aislada (y nunca mejor dicho) de sus temas por separado que en su conjunto. Randy Edelman siempre ha sido un mejor compositor de temas más que de partituras, y ésta, quizás es el mejor ejemplo de ello.