Las candidaturas al Goya al mejor maquillaje y peluquería adolecen particularmente del mimetismo con el resto de categorías. Si en los Goya -como en todos los grandes premios mundiales- se votara exclusivamente por ramas profesionales, veríamos aquí destacados trabajos más estimulantes y de mayor profundidad. En cualquier caso, los candidatos dejan claro que para hacer una de las mejores película año, este aspecto muchas veces obviado resulta fundamental.
Ana López-Puigcerver y Belén López-Puigcerver por Blackthorn, sin destino
La puesta en escena y la estética propias del western crepuscular deudoras de joyas como Valor de ley y Sin perdón o de los espagueti de Sergio Leone, en las que los vaqueros pasados de años y de kilos y mermados respecto de las fuerzas que se les suponían en una época de glorias pasadas son la madre del cordero en esta visita al género de manos de Mateo Gil y su anciano Butch Cassidy. La huella que han dejado los años, los kilómetros recorridos a caballo, el cansancio de una vida no precisamente burguesa, la piel curtida por el sol en rostros que no han perdido ni un ápice del atractivo orgullo que en muchas ocasiones les salva el pellejo son los hitos de un trabajo de maquillaje y peluquería no demasiado habitual en nuestro cine que obtiene como recompensa esta nominación, suficiente dado el nivel de otras competidoras en la categoría.
Concha Rodríguez y Jesús Martos por Eva
Atribuir a los robots cualidades humanas es algo que no se hace sin pagar un alto precio. Esto es algo que hemos aprendido todos los aficionados a la ciencia ficción a base de películas con androides, humanoides, cyborg y todas las especies de auómatas que han surgido con el paso de las décadas. La creación de unos robots con aspecto perfectamente humano salvo pequeñísimos rasgos que son los que hacen que los hombres los identifiquen, o de otros puramente robóticos, sin que sufra la interpretación del actor que en este caso les da vida, frente a unos humanos asentados en la normalidad física en un paisaje gélido es el valor principal del trabajo de Rodríguez y Martos en una película de cuidada estética que puede reportarle más de un premio.
Karmele Soler, David Martí y Manolo Carretero por La piel que habito
La estilización del toque Almodóvar se hace cada vez más patente en cada película del director manchego. Su marcado estilo se va depurando, abstrayendo, sin perder esos rasgos que lo hacen reconocible y apreciado. Esto se puede apreciar en gran medida en la labor de maquillaje y peluquería de los artistas nominados, que además, entre otras cosas, han tenido que dotar a Elena Anaya de ese aspecto céreo e irreal sin restar credibilidad ni posibilidades de lucimiento a la actriz. Una meritoria labor que sin duda podría llevarse el premio.
Montse Boqueras, Nacho Díaz y Sergio Pérez por No habrá paz para los malvados
El aspecto de poli gañán y matón de modales barriobajeros de Santos Trinidad en No habrá paz para los malvados, contrastado con el aséptico de la jueza, el amable y familiar del compañero Rodolfo, o el eficiente de Leiva, junto a todo el abanico de habitantes de alta, media y baja estofa que pueblan la película se debe a un magistral estudio de personajes cuya caracterización no debe pasarse por alto. Puede que el hecho de que sean personas normales como las que nos podemos encontrar cualquier día en el metro o de que no haya maquillajes espectaculares de monstruos o deformes juegue en su contra, pero es un gran trabajo que merece reconocimiento.